Historia

Desarrollo educativo

Antecedentes
El más lejano antecedente de la educación en Montes de Oro lo relata doña Estela González en su trabajo sobre el Cantón, según el cual «preocupado por la educación de sus hijos, don Ramón González pagaba a la joven Rufina González para que enseñara a sus niños y a los niños de sus vecinos».
En la división territorial escolar de la República correspondiente a 1886, no aparece, sin embargo, escuela para la zona del actual cantón; en cambio, en Ley No.64 del 19 de agosto de 1888 (publicada en La Gaceta No.193), ya aparecen los salarios de los directores de la escuela de varones y de mujeres del distrito Los Quemados, III del Cantón Primero Puntarenas. (Fallas)
El distrito escolar fue erigido por Decreto No.24 del 25 de febrero de 1886, el mismo que le fijó los siguientes límites: norte y oeste, el río Ciruelas; sur, la calle de La Isla que conduce a Las Delicias; este, la quebrada Las Huacas.
Se sabe que las personas que con mayor entusiasmo impulsaron el establecimiento de la enseñanza en este distrito, además de don Ramón González, fueron los señores Leonardo Jiménez Sánchez, Juan Simón Jiménez, José Antonio González Badilla y Miguel Flores.
Sin embargo, las labores escolares se iniciaron formalmente siete años después de la creación del distrito, el 15 de junio de 1893, en una escuela originalmente para niñas, que también funcionó en un local adaptado en la misma casa de don Ramón. En ese establecimiento, la primera maestra fue también doña Rufina González de Vargas.
La casa del Sr. González, que puede considerar se el primer local escolar de Miramar, estaba ubicada en el mismo lugar que hoy es la residencia de don Rogelio Sandí.
A juzgar por los acontecimientos que se registran en los antecedentes de los locales ocupados sucesivamente por la escuela de Miramar, esa historia es por demás interesante, según refieren todas las fuentes. En primer lugar, se recuerda que todos los años había que construir edificio nuevo porque la fuerza de los vientos del verano se encargaba de derribarlos una y otra vez.
Después de aquel primer local, don Juan Suñol compró una casa en 90 colones, la que puso a la orden de los niños, para su formación. Fue éste el primer edificio de la Junta de Educación y estaba situado al lado norte, calle de por medio, del lugar ocupado actualmente por la casa de habitación de don Manuel Bin.


Más tarde, la Junta de Educación compró a don Matías González una casa ubicada en la esquina noreste del terreno de la Iglesia, local en que funcionó por algunos años la escuela y que después sirvió de mercado.
Más adelante, por gestiones de don Francisco de Paula Amador, la Municipalidad de Puntarenas regaló a la Junta de Educación una casa que estaba situada pocos metros al norte de la que fue la casa de habitación de don Teodorico Porras. Cabe señalar que hoy en día ninguna de estas pertenencias es de la Junta de Educación.
Posteriormente la escuela se trasladó a un edifi­cio cuya construcción tiene una historia ciertamente interesante, según se desprende de los relatos de doña Estela González y don Jorge Salas.
Las bases de ese edificio escolar fueron obse­quiadas por un estadounidense de apellido Nelson, y fueron construidas de piedra, por don José Jiménez. Al poco tiempo de iniciada esa construcción, otro estadounidense, Emilio Steger, sostuvo una riña con el costarricense Alfredo Rodríguez. Como resultado de la pelea, murió el costarricense, pero Steger recibió lesiones graves, debido a las cuales alegó que necesitaba viajar a Estados Unidos, para procurarse una delicada operación.
Como Steger se hallaba judicialmente acusado de homicidio, el propietario de la mina, el Sr.John Poppham depositó una fianza de cinco mil colones. Algún tiempo después se conoció la noticia que Ste­ger había muerto en su país y la Junta de Educación recibió los cinco mil colones.
«Con ese dinero construyeron una bonita y buena escuela, frente a la hoy Plaza de Deportes. De ella, corno testigo mudo, sólo queda el viejo portón, pues carcomida por el tiempo, cedió su lugar en 1957, al actual edificio escolar.» (E. González)
El edificio original de la escuela fue ampliándo­se poco a poco. En 1928 la Junta hizo construir un aula más; en 1930 se le instaló nueva cañería, y en 1939 se edificó una nueva ampliación, obra en la cual trabajó Trinidad Badilla, quien era Presidente de la Junta de Educación.
Sin embargo, antes de este desenlace más o menos feliz, los oromontanos habían luchado deno­dadamente por construir un edificio seguro que permitiera educar a los niños del Cantón. Una crónica aparecida en el periódico puntarenense El Pacífico, el 21 de julio de 1914, dio cuenta de una de tales gestiones:
«El señor Gobernador de esta provincia ha gestionado con magníficos resultados, que el go­bierno se encargue de terminar la casa escuela de Miramar. El señor Ministro de Instrucción Pública ha prometido la ayuda necesaria una vez que tenga en su poder el respectivo presupuesto.»
En 1918 se constituyó la Junta de Educación, encargada por disposiciones reglamentarias, de en­frentar los problemas derivados de la educación de los niños oromontanos. Una nota de la autoridad municipal dirigida al Inspector de Escuelas de Puntarenas, el 4 de septiembre de 1918, detalla lo siguiente:

«La Junta de Educación del Cantón quedó instalada así:
‘Presidente: Don Silvestre González B. Vicepresidente: Don Julio Estrada Vocal-Secreiario: José María Agüero G.»
(Libro s/n nota 546)


El bautizo de la Escuela
Es conveniente consignar que algunas fuentes sostienen que el terreno que ocupó antes la escuela había sido donado por don Juan Arroyo, siempre preocupado por la educación de la niñez, y quien por mucho tiempo luchó por la elevación en la calidad de los estudios que se impartía, junto con otros ilustres oromontanos.
En una crónica de 1953 aparecida en la revista «Costa Rica de Ayer y Hoy», bajo la firma de Rafael Armando Rodríguez, se describía de la siguiente manera, la situación de la escuela y su calidad docente.

«La escuela cumple con su cometido en forma bastante eficaz; se puede apreciar falta de prepa­ración de un sector del magisterio, pero no debemos dudar que esta anomalía será subsanada. Existe el analfabetismo, especialmente en los dis­tritos menores.
«Las escuelas no cuentan con edificios apro­piados pero la enseñanza se imparte en forma regular. En el cantón hay solamente una escuela de primer orden, la de Miramar, con siete maes­tros: en San Isidro una con dos maestros, y de tercer orden en los siguientes lugares: Río Seco, Zagala Vieja, Sábana Bonita, La Unión, Palmital, Cedral, Arancibia».
Todavía en 1955 era muy intensa la lucha de los ciudadanos de Montes de Oro y de la Municipalidad, por obtener condiciones adecuadas para la educación de los alumnos. El 10 de marzo de 1955, la Corporación Municipal adoptó un acuerdo muy importante, para impulsar Reconstrucción el nuevo edificio:
«Ante un memorial firmado por los padres de familia quienes alegan que dadas las condiciones de la actual escuela, no mandarán sus hijos a la escuela por temor a que se derrumbe y que por ello peligra la vida de los niños escolares, la Munici­palidad acoge el memorial y mientras se hacen las gestiones para un edificio en forma donde albergar la escuela, acuerda:
«Autorizar a la Junta de Educación de Mira- mar para que ocupe la plaza de Deportes para la construcción de una escuela nueva, lugar conside­rado como el mejor para este fin.» (ActaNo.21, t.8)
Por supuesto que en la actualidad los centros educativos se han multiplicado y su calidad se ha elevado notablemente, según lo atestiguan los he­chos.
En 1957, cuando se dispuso de la Escuela Nue­va, la preocupación se dirigió a seleccionar el nombre con que habrían de reconocerse el centro docente, como homenaje a un oromontano que se hubiera distinguido por sus méritos en el campo del servicio a la comunidad, el impulso a la educación y el amor patrio:
«A instancia del regidor (Lesmes) Mora para que se insinúe al Ministro de Educación Pública el nombre con que ha de ser bautizada la Escuela Nueva de Miramar, se acuerda:
«Dirigir atenta nota al Ministerio de Educación Pública haciendo del estimable conocimiento del señor Ministro que esta Municipalidad después de tomar por buena la iniciativa del señor Regidor y discutir nombres de personas que ya fallecieron, que fueron distinguidos y que mucho lucharon por el avance educacional no solamente del lugar o sea de Miramar, sino del Cantón en general, entre los que figuran como principales los nombres de los señores que en vida fueron don Leonardo Jitnénez Sánchez, José Antonio González Badilla y Juan Arroyo Alvarado, se acogió por unanimidad el nombre de Leonardo Jiménez Sánchez para insi­nuarlo al Ministro, en la inteligencia de que con dicho nombre sea bautizada la escuela de Miramar.» (Id. Sesión 46, Art.7, dic.5, 1957)
Aunque se desconoce la suerte de los trámites que se emprendieron, algunos años después, las auto­ridades centrales promulgaron el Decreto No.134 del 30 de octubre de 1962, que a letra dice:
«El Presidente de la República y el Ministerio de Educación Pública, a solicitud de la Junta de Educación de Miramar, de la ciudad de Puntarenas, acuerdan:
«Bautizar la Escuela de Miramar con el nom­bre de José María Zeledón Brenes» (La Gaceta No.3706, nov.14, 1962).

La inauguración del edificio de la Escuela José María Zeledón, en 1960, fue un verdade­ro acontecimiento que vivió la comunidad de Miramar. En la fotografía, el personal docente, el médico, Dr. Manuel Barahona y el Alcalde; don Jerónimo Gómez.

Directores de la Escuela
Muchas personas han dirigido esta escuela. La lista siguiente, aunque no es completa, contiene los nombres de la mayoría de ellos, y ha sido reconstruida gracias a las investigaciones de doña Estela Gonzá­lez:

-Rufina González Umaña de Vargas, 15 de julio de 1893;
-José Antonio González Badilla, mayo de 1894 a febrero de 1893;
-Josefa Jiménez López, 1901;
-Manuel Antonio Quirós, 1905;
-Rafael Garita, 1906 y 1907;
-José Luis Soto, 1909;
-Rosa Hernández Ugalde, 1910 y 1911;
-Pacífica Carrillo de Altamirano, 1912;
-Digna Matamoros, 1913 a 1917;
-Filomena Canessa, 1918;

-Fadrique Hernández, 1922;
-Otoniel Orozco, 1923;
-Elisa v. de Naranjo, 1928;
-Fadrique Hernández, 1929 y 1930;
-Virgilio Cuadra Gutiérrez, 1931 a 1933;
-Rafael Angel Arguedas Murillo, 1934;
-Femando Cabezas González, 1935;
-Claudio Quesada Solera, 1938;
-Edwin Vargas Soto, 1938 a 1942;
-Jesús Alvarez Villalobos, 1943 a 1947;
-Jorge Salas González, 1947 a 1948;
-Hernán Morales Sáenz, 1949 a 1952;
-Teresa Navarro Leiva, 1952 a 1956
-Rosario Aguilar Sánchez, 1956 a 1960
-María Isabel Morgan Ulloa, 1961 a 1974
-Germán Chaves Arguedas, 1975;
-Edwin Madrigal Vargas, 1976 a 1980;
-Carlos Masís, 1981 a 1983;
-Julián Rosales, 1984 a 1987;
-Ethel Mora Villalobos, 1988;
-Wilbert Sibaja, 1989 a 1990.

Hernán Morales Sáenz, Ethel Mora Villalobos, Rosario Aguilar y Germán Chaves, exdirectores de la Escuela «José Ma. Zeledón Brenes».


Centros educativos
Actualmente, según lo atestiguan los datos ofi­ciales, existen en el Cantón, un Centro Educativo Preescolar, un Centro de Educación Especial, 16 Centros de Primaria y uno de Secundaria.
En 1950, según datos del Anuario Estadístico, solamente se registraron 13 escuelas en todo el Can­tón, once de las cuales eran de tercer orden, lo cual, comparado con la situación actual, denota un consid­erable progreso en este campo.
Este progreso explica porque el analfabetismo no sea comparativamente alto en el Cantón, ya que fue de 9,8% para 1984, calculado sobre la población mayor de los diez años.
En cuanto a la deserción escolar registrada en los centros de primera enseñanza, parecería ser uno de los problemas que merecen tenerse en especial cuidado, pues los datos lo colocan en un nivel com­parativa más alto que los promedios nacionales.
Esos datos indican que aproximadamente un 9% de la población escolar se retira o no termina en el centro educativo en que inicia su educación. La causa de tal problema, aunque no se ha estudiado específi­camente, podría estar ligada principalmente al em­pleo o al cambio de trabajo de los jefes de familia.
En la educación secundaria, el promedio de deserción es de 10,2% siendo en realidad bajo para la Región del Pacífico Central. (Fallas)
En 1989, de conformidad con los datos propor­cionados por el Lie Mario Barrantes Ramírez, Direc­tor Regional de Enseñanza de Puntarenas, y don Daniel Rodolfo Montero Carvajal, Asesor y Supervi­sor del Circuito No.9, el número de estudiantes por centro educativo fue de la manera siguiente:

Doña María Luisa Murillo, maestra de muchas generaciones, junto a su alumna doña Catalina González, quien también dedicó su vi­da a la educación.

EL LiCEO DE MIRAMAR

Antecedentes
El Liceo de Miramar ha sido una institución fundamental para el desarrollo cultural y educativo del Cantón. En sus aulas se ha formado la juventud oromontana y en todo momento ha sido un centro para el cultivo de las ideas y la proyección del espíritu de progreso en los futuros ciudadano.
• Antes de que se fundara el Liceo, los jóvenes del Cantón viajaban a Puntarenas y Esparza para poder llevar adelante sus estudios secundarios, situación que elevaba grandemente el costo de la formación académica, y la volvía menos accesible para gran número de estudiantes.
Con el fin de estimular los estudios y de contra­rrestar esa situación de injusticia, en todo tiempo, la Municipalidad cuidó de ayudar a los estudiantes con aspiraciones, a los de menores recursos y a los de mejor rendimiento.
En 1955, para cumplir esos objetivos, en obser­vancia de que «la idea de la Municipalidad de Montes
de Oro era que viajaran sólo los que daban buen rendimiento”, la Corporación dispuso que únicamente se brindaría el auxilio de transporte a «estudiantes pobres para traslado ida y regreso a Puntarenas». (Acta 21, mar.10,1955)
Esa preocupación se halla reflejada, además, en
el siguiente acuerdo, adoptado por la Municipalidad el 13 de diciembre de 1956:
«Tomando en consideración que los dineros que gasta el Estado y la Municipalidad en transporte de Estudiantes ida y regreso a Puntarenas son una verdadera beca para aquellos que no tienen recursos económicos para poder asistir a un colegio que bien podría ser el de Puntarenas u otro lugar, y sabiendo que este año lectivo que terminó algunos alumnos se quedaron reprobados o apla­zados se acuerda:
«Dirigir atenta nota al señor Director del Liceo José Martí de Puntarenas solicitándole una lista de los alumnos que asistieron durante el año lectivo que terminó con ruego muy atento que señale los que fueron aplazados o reprobados ya que el año venidero se piensa emitir un reglamento para esta clase de servicios.» (Libro No.8, Acta No.46)
En este punto, Albán Bermúdez y Alfonso Elizondo recuerdan que antes de la creación del Liceo, era don Eduardo Ugalde quien les prestaba el servicio de transporte a los estudiantes que viajaban a Punta­renas y Esparza, pero que, en los casos de ayuda oficial, el transporte debía contratarse previa licita­ción que autorizara la contratación y el pago.
Como ocurría normalmente, las licitaciones se atrasaban y los estudiantes con escasos recursos se encontraban prácticamente imposibilitados para via­jar hasta sus centros de estudio.

Una escuelita rural: la Isla, caserío de mu­cha tradición, tiene escuela desde mediados del siglo. Los niños de hoy comparten su tiem­po con las labores del campo. El tiempo de diversión se confunde con la obligación de jornalear para ayudar a la casa. Su maestra posa orgullosa con los alumnos, segura que cada día se avanza un poco en la formación de futuros ciudadanos.

En tales casos, según los entrevistados, se revelaba la calidad humana de don Eduardo Ugalde, quien siempre respondía a los afligidos estudiantes con un «¡No se preocupen, muchachos, que’ yo no los voy a dejar bota­dos!”. Lo mismo sucedía con los estudiantes que excedían el número contratado por el Ministerio de Educación. La historia debe ser justa con el señor Ugalde y reconocerle su sacrificio por la educación de la juventud oromontana, ya que, en aras de esa formación, siempre transportó a los estudiantes aun­ que el contrato anual fuera por un menor número de los que realmente viajaban.


La lucha por el Liceo
Pues bien, la fundación del Liceo vino a superar tales dificultades; pero ella fue el producto de una larga lucha que dio la comunidad oromontana progre­sista y preocupada por la formación de sus jóvenes.
Ya en octubre de 1968, el Diputado Carlos L. Rodríguez, correspondiendo a gestiones de numero­sos vecinos de Montes Oro, presentó ante la Asam­blea Legislativa, el proyecto de creación del Colegio, ley que fue aprobada al mes siguiente. En esa oportu­nidad, se emprendió una prolongada lucha, en la que destacó un grupo de ilustres oromontanos, entre quie­nes se contaban el Pbo. José María Galán, y la direc­tora de la Escuela José María Zeledón, profesora María Isabel Morgan y varios otros que integraron el Comité y posteriormente la Junta Administrativa.
Sin embargo, cuando el Colegio inició sus fun­ciones en 1971, fue la concreción de un esfuerzo en que participó, de las más diversas formas, práctica­ mente toda la comunidad.
En 1969 se constituyó el Comité Pro-Colegio de Montes de Oro, integrado por Elí Brenes Hernández, Félix Elizondo, Ornar Matamoros, Célimo Elizondo Oliverio, Halley Estrada, Abraham Víquez, Mario Ureña, Hernán Aguilar, Ramón Rodríguez, Albán Bermúdez, Edwin Ramírez y Alfonso Elizondo Murillo, quien fungió como Secretario.
Cuando la Asamblea Legislativa aprobó el pro­yecto de creación del Colegio, el Comité se dio a la tarea de hacer realidad en los hechos, lo que ya había sido creado por la ley; y para lograr esto, organizó numerosas actividades, con el entusiasmado apoyo y la participación de la comunidad. Sin embargo, ello no fue suficiente para que el Colegio pudiera abrir sus puertas antes de 1971.
A ello contribuyó, además, el hecho que en el Ministerio de Educación se observara alguna resis­tencia a otorgar el permiso correspondiente, y que algunas autoridades locales también se mostraban reticentes o contrarias, lo cual fue vencido sólo gra­cias a las presiones y a la intensa actividad de la los oromontanos, quienes también contaron con apoyo de puntarenenses y espartanos.
Dentro de los movimientos y gestiones por la creación del Liceo, en octubre de 1970, por primera vez se efectuó en Miramar, una manifestación estudiantil, demandando el establecimiento del una insti­tución de segunda enseñanza. En esa manifestación, según contó Edwin Ramírez en una publicación pe­riodística.

Con un personal docente muy calificado y dirigido por la Prof. Rosario Aguilar, comenzó a funcionar la nueva escuela. Eran tiempos en que se fomentaba una saludable integración entre la escuela, el hogar y la comunidad. Del seno de esta escuela, salieron tantos ciudada­nos a cumplir responsablemente el deber y a trabajar por el el engrandecimiento de la patria.

«Tomaron parte estudiantes que tenían que via­jar al Liceo de Esparta y al José Martí de Puntareñas, así como escolares, que recorrieron todas las calles del centro de Miramar, con carteles en que se leía: «Miramar necesita colegio», «No queremos viajar más», «Somos demasiados y el presupuesto no alcanza», y algunas otras leyendas».
También se efectuó una reunión de los miem­bros directivos del Comité Pro-Colegio, en la que se hicieron presentes personas de todo Miramar. Entre los presentes estuvo una delegación de estudiantes pertenecientes al Colegio de Esparta”.
Don Hernán Aguilar, a quien recuerdan como «uno de los guayacanes de Montes de Oro”, ofreció una finquita, a un precio irrisorio, para que en sus terrenos pudieran construirse las instalaciones de la nueva institución educativa.
Este pasaje de aquella odisea cultural también se vio matizada con un episodio penoso, pues cuando estaban por concluir los trámites de escrituración y traspaso, las oficinas del notario en Puntarenas se incendiaron y tuvieron que reiniciar de cero todos los trámites, lo que les impuso frecuentes congojas y viajes a Puntarenas y San José, para poder reponer los documentos perdidos.
En octubre de 1970 apareció la información perio­dística de Edwin Ramírez que decía: «El Comité ha logrado gran parte de su obra en mente: cuenta con una finca de seis manzanas que les costó ₡30 mil, algunos otros bienes, y ₡18 mil en una cuenta bancaria”.
En todas las gestiones por el Colegio tuvo una participación destacada el profesor del Liceo José Martí, de Puntarenas, Mesías Espinosa Porras, quien pese a no ser oromontano, se convirtió en elemento indispensable en cuanto a orientación y estímulo en la lucha.
Cuando ya todos los trámites se habían realizado y casi todos los requisitos se habían cumplido, sola­mente faltaba probablemente los más difíciles, como eran lograr la matrícula mínima de 200 estudiantes, conseguir el local adecuado y constituir la planta de profesores, para cuyo pago no había partida ni fondos disponibles.

1990 será recordado como el año en que el Cantón cumplió 75 años y se incorporó a los avances de la tecnología, con la inauguración del Centro de Cómputo de la Escuela José María Zeledón Brenes, por parte del Presidente de la República, Dr. Oscar Arias y el Ministro Francisco A. Pacheco. Los hermanos Matamoros Prendas fueron los primeros estudiantes en uti­lizar los nuevos equipos.

Alfonso Elizondo recuerda con cierta emoción cómo, el mismo Mesías indicó el camino a seguir cuando se levantó y dijo: «Yo seré el primero en dar clases gratis, y debajo de un higueron, si es necesario», ejemplo que siguieron varios otros profesores, incluso algunos de Puntarenas, quienes tenían que viajar para poder impartir clases sin percibir ningún salario.
En el Diario de Costa Rica del 6 de febrero de 1971, se recogió aquel hermoso gesto:
«Aunque no se cuenta con las partidas ni el personal docente, esto lo ha solventado el futuro director Mesías Espinosa reclutando sin paga alguna a profesores de buena voluntad del Liceo Martí quiene, con el nuevo director, impulsados por el amor que sienten por la enseñanza, van a sacrificar su comodidad y su tiempo, para que aquellos jóvenes costarricenses tengan la oportunidad de superarse…

«AI igual como lo hicieron en el pasado, otros venerables educadores para el nacimiento del Li­ceo Martí. La historia de repite».
Alfonso Elizondo, al igual que Albán Bermudez y Edwin Ramírez trabajaba entonces en la agencia del Banco Nacional en Miramar, en cuyas oficinas, de manera clandestina, pues simulaban atender clientes del Banco, que en realidad eran personas interesadas en la matrícula del Liceo, para lo cual tenían que burlar la vigilancia de los jefes que, como tales, siempre estaban más preocupados por el agiotaje que por el progreso cultural.
Recuerdan que los padres de familia o los jóve­nes interesados se acercaba a las ventanillas, libreta de ahorro en mano, pero solicitando la matrícula en voz muy baja, labor que ejercieron hasta que, por algún pequeño descuido, los celosos jefes se pusieron sobreaviso.

Celebración de un encuentro histórico: los educadores que hicieron posible la formación de los oromontanos durante varias décadas, compartieron recuerdos en una actividad organizada por la Asociación de Desarrollo de Miramar.

Relata Alfonso Elizondo que hubo varios casos de interesados que no tenían dinero para las fotografías, oportunidades en que había que recurrir al deci­sivo apoyo del bien recordado «Chango”, José Ángel Paniagua Loria, quien «por colaborar con la causa” procedía a hacer las fotos sin esperar retribución ninguna.
También recuerda que, para completar los últi­mos 40 ó 50 estudiantes debieron trasladarse a La Isla, máquina de escribir y cámara de «Chango” al hombro, y casi de puerta en puerta, giras que repitieron por otros lugares hasta completar el número mínimo de candidatos.
Después de tantos esfuerzos y sacrificios, el funcionamiento de la nueva institución quedó autori­zado el 14 de febrero de 1971 y ese mismo año comenzó sus funciones, y 15 días después, el 10 de marzo, inició sus labores como Liceo de Miramar.


Primeros profesores
Como se ha dicho, el Liceo de Miramar vino a coronar estos esfuerzos y a superar aquellas dificul­tades y sacrificios, cuando fue inaugurado en marzo de 1971, y cuando se impartieron las lecciones iniciales, en las aulas de la Escuela José María Zeledón Brenes.
Tres años después, en julio de 1974, el Liceo adquirió local propio, para dar cabida a alumnos procedentes de todo el Cantón, para lo cual también constituyó una planta de profesores provenientes de distintas partes del país.
Por ese entonces, el personal docente y administrativo se constituyó con las siguientes personas:
Director: Francisco Sancho Carvajal
Secretario: Marcos Murillo Villarreal
Orientadora: Emilia Montero Muños
Conserjes: María Teresa Segura Naranjo
María de los Ángeles García González
PROFESORES:
Estudios Sociales: Gerardo Castro Ulate
Nelly López Acón
Español: Otto Esquível Garrote
María de los Ángeles Espinoza

Inglés: Armando Alfaro Salazar
Matemáticas: Olga Bonilla Gutiérrez
Ciencias: Fernando Chacón González
Flor Rojas Castro
Francés: Blanca Iris Rojas Aguilar
Artes Industriales: Carlos Enrique Salas Morgan
Vida en Familia: Isabel Santamaría
Música: Güerin Lacayo
Educación Física: Flor Ugalde Bonilla
Fernando Mora Calvo
Religión: Carlos Manuel Larios Ugalde
Psicología: Carlos Manuel Larios Ugalde
Tecnología: Luz Mary Ramírez Alpízar
Leonel León
Artes Plásticas: Oscar Castro Paniagua

Situación actual
De conformidad con las estadísticas del Depar­tamento de Orientación del Liceo de Miramar, duran­te el primer año de funcionamiento de ese centro, en 1971, dio cabida a un total de 154 estudiantes, 86 de quienes fueron mujeres y 68 hombres.
En 1972, al abrirse dos niveles de educación, se matricularon en total, 253 estudiantes y un año después, lo hicieron 345, más del doble que el primer año; y en 1974 tendió a estabilizarse en 349 estudiantes matriculados, pero su vertiginoso ascenso demostró palpablemente la necesidad fundamental que repre­sentaba la falta de un centro de segunda enseñanza, dedicado especialmente a la juventud oromontana.
Las estadísticas correspondientes a 1989 registraron una matrícula de 331 alumnos, como se señaló arriba.
En la actualidad, el Liceo de Miramar ha adqui­rido mucho prestigio en cuanto a sus nivel de exigencia, su rendimiento demostrado en eventos naciona­les, y por la calidad de su cuerpo docente y administrativo. Debe recordarse, en este punto, cómo los estudiantes del Liceo se han distinguido en las com­petencias intelectuales organizadas por la televisión educativa del Estado, y los cuales compiten estudian­tes de todo el país.

En este punto, el grupo representativo del Liceo de Miramar que tomó parte en el Concurso Antorcha de 1990, llegó como finalista para colocarse entre los cuatro mejores del país. Este equipo lo coordinó el profesor Belisario Alvarado y fue integrado por los estudiantes Roy Alpízar, Noemy Ramírez, Judith Ga­rita, Octavio Reyes, Raúl González, Jorge Beltrán y Donald Corella.
Además, el entusiasmo y la dedicación de los estudiantes y profesores del Liceo ha hecho posible su participación destacada en las Ferias de Ciencia y Tecnología organizados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, lo que es testimonio de su avanzado nivel científico y académico.
Especial mención merece el joven estudiante Álvaro Jesús Barrantes Chaves, egresado del Liceo de Miramar y quien en las pruebas de ingreso a la Universidad de Costa Rica, correspondientes al curso lectivo 1979-1980, ocupó el primer lugar entre más de 6.000 aspirantes de todo el país y algunos del extranjero.
Inclusive en el campo del deporte, los éxitos que Montes de Oro ha alcanzado también en el ámbito nacional, tanto en voleibol como en balompié, se sustentan en gran medida en la juventud liceísta, pues los equipos deportivos que se organizan en el Liceo, además de demostrar altos rendimientos, son cantera para los conjuntos que se han destacado en el plano nacional.
De todo lo anterior se desprende que el Liceo de Miramar, pese a las grandes limitaciones a que se ha visto sometido, ha sabido salir adelante, superar los problemas y proyectarse positivamente en todos los campos en que le ha tocado desenvolverse, como son la formación científica de las mentes y el desarrollo sano de los deportes.
Otro hecho que demuestra la importancia del Liceo en la formación de los oromontanos y en el desarrollo del Cantón, es que sus primeros graduados se han incorporado a la vida activa de la comunidad desde hace muchos años.
En efecto, el 20 de diciembre de 1975, hace 15 años, recibió su título la primera graduación del Li­ceo, la cual adoptó el nombre de «Promoción Prof. Femando Chacón González”, en honor a uno de los principales impulsores de la educación oromontana y uno de los primeros profesores de ciencias del Liceo.
Esa primera promoción fue integrada por Mario Miranda, Rafael Madrigal, Abel Badilla, Ena Rojas, Aída Barrientos, Emilce Quirós, Dinorah Ugalde, Ilse Rojas, Mana Elena Flores, Noemy Ramírez, Alicia Naranjo, Ana Virginia Alpízar, Cecilia Ville­gas, Nidia Flores, Jenny Rodríguez, Cecilia Arguedas, María Isabel González, Virginia Ulate, María Eugenia León, Geiner Aguilar, Gelberth Barrantes, Elí Brenes, Mario Estrada, Gonzalo Porras, Juan Ramírez, Melvin Villalobos, Ana María Agüero, Josefa Agüero, Irene Corella, Alfredo González, Alice Chavarría, Margarita Campos, Socorro Campos, Lucrecia Gamboa, Roxana González, Patricia González, Xenia González, Marlene Mico, María de los Ángeles Ma­tamoros, Daisy Quirós, Margarita Ramírez y María del Rosario Salas.
En resumen, puede decirse que el Liceo de Mi­ramar constituye, sobre todo, el principal centro de cultura, donde se conocen, discute y elaboran las ideas nuevas y renovadoras que son fuente del pro­greso del Cantón.

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