En 1864 vino a Los Quemados a probar suerte Don José María Solano, hombre esforzado, emprendedor, sencillo y laborioso, amante de la tierra; vino con el deseo de obtener de estas tierras el sustento para su familia y se instaló donde hoy día está el Cementerio Municipal de Miramar.
Con piedras hizo un cercado, en el que encerró el primer ganado traído a Los Quemados. Contagiados por el éxito de Solano, algunos alajuelenses amigos suyos se vinieron a Los Quemados, entre ellos: Celso González, Ramón González, José María Segura, Juan Simón Jiménez, Trinidad Campos, Pedro de los Santos González y Antonio Vega, junto con sus familias y se instalaron donde hoy día se ubica Las Delicias.
Antonio Vega y Trinidad Campos trajeron con mil esfuerzos, semilla de caña de azúcar desde Alajuela y la sembraron en La Unión, después introdujeron el primer trapiche.
Con troncos, bejucos y palmas construyeron sus casas, cavaron pozos para obtener el agua y se sustentaron con carne de animales silvestres y productos que la tierra les dio. Muy pronto aprendieron a defenderse de serpientes y animales feroces como el tigre que los acechaban.
Manuel, hijo de don Pedro de los Santos en sus caminatas por el campo, coleccionaba piedras curiosas, las cuales, al ser examinadas por expertos se descubrió que contenían oro. Fue así como nacieron las minas Trinidad, Montezuma y Providencia, siendo explotadas muy pronto por extranjeros.
La población crecía debido a la explotación de las minas y en medio del analfabetismo, preocupado por esto, Ramón González, le pagaba a la joven Rufina González para que enseñara las primeras letras a sus hijos e invitaba a los niños de los vecinos para que recibieran las lecciones.