Historia

Personalidades

FAMILIAS FUNDADORAS

Como se narró en capítulo anterior, los fundado­res del nuevo pueblo de cultura hispánica fueron los inmigrantes que procedían de la provincia de Alajuela, principalmente de Atenas, atraídos por las espe­ranzas de una nueva vida, en un lugar que seguramen­te se les presentaba muy rico y prometedor, tanto para la agricultura como, posiblemente, por la minería, de la que podrían haber tenido noticias con anterioridad.
Los primeros en llegar fueron los señores Ra­món González Alvarado y José María Solano, ambos acompañados de sus respectivas familias.
Poco después llegó don Celso González; en seguida arribaron los señores José María Segura, Trinidad Campos y Juan Simón Jiménez.
Más tarde se asentaron en Los Quemados, Pedro José de los Santos González acompañado de su hijo Manuel, este último, el descubridor contemporáneo de la riqueza aurífera del lugar.
Estas valerosas y persistentes personas constitu­yeron el núcleo inicial de la nueva población, y sus hijos y nietos han entrelazado sus destinos para estructurar lo que es en la actualidad la progresista comunidad de Montes de Oro y de su capital Miramar.
Resulta muy interesante observar la trayectoria que ha seguido a través de la historia del Cantón, el desenvolvimiento de estas familias, hasta llegar a integrar la actual comunidad y su cultura.
Este apartado se basa en la investigación que, sobre la historia genealógica de Montes de Oro, fue desarrollada, con mucha diligencia y esmero, por la profesora doña Estela González Cortés, Maestra de muchas generaciones y persona siempre preocupada por cultivar las mejores tradiciones de Miramar.

La descendencia de los Fundadores

Sobre la descendencia del señor José María Sola­no, e inclusive del mismo don José María, no fue posible determinar la suerte de sus hijos y parientes que prob­ablemente llegaron en su compañía. Su esposa, doña Juanita Altamirano, murió en la Sierra de Abangares donde había traslado su residencia después del deceso de don José María. En ese lugar, en 1930 fue entrevis­tada por el periodista Juan Bautista Quirós, quien reco­gió los recuerdos de la respetable señora. ,
En relación con la trayectoria y vínculos familia­ res de «don Chamarra»-, como se le conoció, don Carlos González y don Antonio Quirós, miembros de familias cuyos mayores participaron en el estableci­miento o desarrollo de Los Quemados, y que por ello conocieron la historia de boca de los protagonistas, solamente recuerdan que el señor Solano vivía en Las Delicias.
Acerca de don Antonio Vega, también se sabe muy poco. Se cree que era un hombre solo, que arribó sin familia y no formó ninguna en Los Quemados, donde, por lo demás, parece haber vivido poco tiempo.

La descendencia de Ramón González Alvarado

Don Ramón González llegó acompañado de su esposa, doña Teodora López, también alajuelense. En Los Quemados procrearon sus hijos, entre quienes se encontró doña Catalina González López.
Catalina casó con José González Rodríguez, con quien procreó, varios hijos: Evangelina, Arístides, Tito, Zacarías, Miguel Ángel, Caridad, Austelina, María Engracia, Rosa, Ramón, Celso, Samuel y Er­nestina, todos de apellidos González González.
Evangelina casó con el señor Federico González Jiménez, nieto de Pedro José de los Santos González y síndico de la primera municipalidad cantonal Fueron sus hijos: Mélida, Socorro, Hernán, Elena, Catalina, Josefa, Celma y Federico.
De ellos, Catalina casó en primeras nupcias con el señor Alfonso Estavanovich Guadamuz, con quien procreó a Alfonso Estavanovich González, quien lle­ gara a ser el primer Diputado del Cantón. En segundas nupcias, Catalina desposó con Sergio González Jimé­nez, nieto de José Antonio González Badilla, primer Presidente Municipal del Cantón. De este matrimonio nacieron Sergio Antonio, Luis Bernardo, Virginia Patricia, Ricardo, Álvaro Enrique y Pedro José de los Santos, todos González González.
Arístides casó con Rosalía Flores Guido, y fue­ ron padres de Luis, Mireya y Femando, de apellido González Flores.
En cuanto a Tito, desposó a doña María Cortés y fueron sus hijos, Arístides, Blanca, Ana María, Eusebia y Ernestina, de apellido González Cortés.
Zacarías murió soltero, y no dejó descendencia; en tanto que Miguel Ángel se casó con Luisa Beitya, en primeras nupcias, y con Ester Elizondo, en segundas.

Doña Chola, abuela de muchos oromontanos. Su casa fue refugio de muchas personas necesitadas. Hija de fundadores del cantón y persona noble, que siempre se caracterizó por la solidaridad cristiana.

Sus hijos: Claudia, Carlos Manuel, José Ángel y Roger, de apellidos González Beitya; y Caridad, Nidia y Adol­fo, de apellido González Elizondo
Caridad se casó con Julio Estrada y tuvieron a Mario, Adrián, Luis, Abigail y Halley, todos Estrada González. Austelina se casó con don Leonardo Jiménez Sánchez. Sus Hijos: Marcelina, Elba; Victorina, Anto­nia, Roberto y Emérita, todos Jiménez González.
Roberto procreó con Teresa Jiménez, a Carlos y a Leonardo, éste último, filólogo, historiador y artista, fallecido en 1989, y quien aportó evaluables observa­ciones y documentos importantes y materiales origi­nales, sin los cuales este trabajo no hubiera podido realizarse con la profundidad necesaria.
‘María Engracia casó con Benjamín Cortés. Sus hijos fueron: Norma, Iris y Hermes, Cortés González. Rosa trajo al mundo a Lillia González González, quien posteriormente casó con Jorge Salas González, profesor universitario inspirador de este trabajo a propósito de sus investigaciones publicadas en 1955, en la revista «Costa Rica de Ayer y Hoy».

Jorge fue nieto de don José Antonio González Badilla, brillante escritor y polemista, cuyos dotes demostró en el debate con el misterioso «Gorro Frigio»a propósito del cantonato. Jorge y Lilia tuvieron a Jorge Gerardo, José Antonio y Rosa Lilian Salas González.

Ramón murió soltero, no tuvo hijos; Celso for­mó hogar con Ramona Jiménez y procrearon a Rigoberto González Jiménez. Samuel murió soltero; Er­ nestina se casó con Humberto González, pero no dejaron descendencia. Humberto era hijo de don José Antonio González Badilla y fue postulado candidato a la Presidencia de la República.

Los descendientes de Trinidad Campos Bedoya

Don Trinidad Campos desposó a doña Juana y procrearon a María Bedoya, quien casó con Juan Arroyo Alvarado, matrimonio del que nació Amanda Arroyo Bedoya.
Amanda tuvo los siguientes hijos: Edgar Arroyo Campos, y Gladys, Juan Manuel y Edwin, dé apellido Salazar Arroyo; y Miriam y Daisy, ambos Pérez Arroyo.
Edgar casó dos veces. Su primera esposa fue Soledad Carmona, y la segunda, Gladys Oquendo. Sus hijos: Mayra, Ivonne, Carlos, Sandra y Edgar, de apellido Arroyo Oquendo; además de Virginia, Edgar, Ligia, Alberto y Martín, de apellido Arroyo Carmona.
Gladys se casó con Carlos Manuel Castillo, con quien procrearon a Lorena, Carlos, Annabelle, Luis Enrique y Hazel, todos de apellidos Castillo Salazar.
Juan Manuel se casó con Claudia Abarca. Sus hijos: Olga Mara, Juan Manuel y Germán, Salazar Abarca. Edwin se casó con Cecilia Villalobos, y tuvieron varios hijos: Ronald, Marvin, Marlene, Lilian, Gisselle, Antonio y Cristian, Salazar Villalobos.
Miriam casó con Álvaro Porras. Sus hijos fueron Anais, Douglas, Hellen y Alejandro, todos de apelli­dos Porras Pérez. Daisy se desposó con Fernando Vargas, y procrearon a Grethel, Jimmy, Alexander y Javier, de apellidos Vargas Pérez.

La descendencia de Juan Simón Jiménez

Don Juan Simón Jiménez, que fue Agente Prin­cipal de Policía y primer Juez de Paz de la comarca de Los Quemados, casó con doña Vicenta López Arrieta.

Jorge Salas González, profesor universita­rio e historiador cuyas investigaciones han sido base de importantes partes del presente trabajo, se distinguió por su preocupación por la actividad cantonal, principalmente en él campo de la educación.

Sus hijos fueron Alejo, Isidro, Calistena, Josefa y Emma, todos Jiménez López.
Alejo se casó con Marcelina Segura Ureña, y trajeron al mundo a Vicenta Jiménez Segura. Isidro no se casó y no dejó descendencia; en tanto que Josefa se casó con Víctor Ruilowa, y tampoco dejaron des­cendientes.
Emma casó con don Gregorio Prendas y pro­ crearon a Salvador Prendas Jiménez; mientras que Calistena se casó con José María Segura Ureña y trajeron al mundo a Nelly, Juanita, Blanca, Emilio, José María, Amalia, todos Segura Jiménez. Es de señalar que la Escuela de Rio Seco lleva el nombre de don Gregorio Prendas como un homenaje al es­ fuerzo que dedicó en bien de la comunidad.

Don Salvador Prendas Jiménez fue por muchos años alcalde de Miramar. Casó con doña Dora Garita y procrearon a Roger, de grata memoria. Liliana, Ligia, Ana Victoria, además de Flory, quien se casó con don Rafael Cob Jiménez, destacado empresario que desempeñó el cargo de embajador de Costa Rica en la República de China, en Taiwán.

La descendencia de José María Segura Ureña

Don José María, desempeñó durante mucho tiempo cargos en las minas, principalmente en La Unión; era la persona autorizada para extender los permisos a quienes querían visitar las explotaciones. Casó con Calistena Jiménez López, hija de Juan Si­món, como se menciona en el apartado anterior.
De ellos, Nelly casó con Santiago Ruphuy, cu­yos hijos fueron Delia, Cristina, Estela, Adán y Jua­nita, todos de apellidos Ruphuy Segura. Por su parte. Juanita casó con Ernesto Zamora Soto. Sus hijos: Clariza, Odilie, Agustín, Alice, Juan de Dios y Otto, todos Zamora Segura.
Blanca se casó con José Rodríguez Zuay y pro­crearon a: Blanca Luz, Teresa, Carmen, Carlos, Ed­ gar, Salvador y Tony, Rodríguez Segura; mientras que Emilio se casó con Elisa Matamoros, con quien tuvo a: Rafael Ángel, Guillermo, Calistena, Emilio, Virgi­nia y Paulino, todos Segura Matamoros.
José María formó hogar con Anita Flores, con quien tuvieron a Gladys, Carlos, Emilio y Ana. Ama­ lia, por su parte, formó hogar con José León Vargas, con quien tuvo a: Thelma, Olga, Lilley, Even, Ethel, Max y Gladys, todos Vargas Segura.

Descendencia de Pedro José de los Santos González

Don Pedro José llegó a Los Quemados acompa­ñado por su esposa y su hijo Manuel, y más tarde tuvieron a Pedro, quien casó con doña Josefa Jiménez, con quien procreó a Federico, Rosenda y Petra.

De ellos, Federico se casó con Doña. Evangelina González y tuvieron a Mélida, Socorro, Hernán, Elena, Catalina, Josefa, Celma y Federico, todos González González, citados antes.

Rosenda, por su parte, casó con Rafael Vargas, procedente de Atenas. Sus hijos: Claudina, Auristela, Alcibiades, Alcides, Berta y Analía, Vargas González. Petra se casó con Víctor Jiménez, con quien procreó a Socorro Jiménez González.
Claudina se casó con Blas Ramírez, uno de los propulsores del cambio de nombre de El Tigre por San Isidro. Berta desposó a Antonio Quirós Araya, «don Toñita», y de ese matrimonio nacieron Analive, Aracely, Alvar Antonio y Aleida Quirós Vargas.
Del otro hijo de don José de los Santos, el señor Manuel González, pese a la importancia que tuvo para el desarrollo de la minería moderna, no se encontra­ron mayores datos aparte de su actividad en busca de minerales preciosos.

LOS ITALIANOS

Con el transcurso del tiempo, otros grupos étni­cos y culturales también aportaron su esfuerzo a la formación del Montes de Oro actual. Entre ellos se hallan las familias formadas por inmigrantes italianos y chinos, quienes llegaron en los tiempos de auge de la producción aurífera.
En 1900, ingresaron a esta zona los primeros italianos, cuya misión era laborar en las minas. Entre esos pioneros se hallan los nombres de Bernardo Tazzo, Juan Bautista Rizzatti Rigobello, Carlos Antonini, Luis Tozzatti y José Bin.

Es seguro que en su país de origen hayan sido mineros experimentados, de manera que a su arribo venían contratados por los señores Popphan y Price, los empresarios de las minas principales.
Bernardo Tazzo fue encargado del cuidado de las minas. Juan Rizzatti se desempeñó como explora­dor y cantero. A José Bin le encargaron el puesto de K- barretero, en tanto que los otros desempeñaban tareas diversas como palear y picar los minerales.
Por esa época también vino a Los Quemados, ¿ procedente inmediatamente de San Mateo y en busca de azogue, otro italiano de nombre Carlos Manfrini, de; quien se dedicó a explorar la zona, tratando de en encontrar el metaloide que era indispensable para el procesamiento del mineral aurífero.

De Juan Rizzatti se conserva una distinguida familia que se ha extendido virtualmente a todo el país, formando otras familias como Álvarez Rizzatti, Rizzatti Arguedas, Brenes Rizzatti, entre otras.

LOS CHINOS

La colonia china ha tenido mucha importancia en el desarrollo económico y social del cantón. Sus negocios, en un principio vinculados estrechamente al desarrollo minero, dieron gran impulso a la econo­mía cantonal, pues no se limitaron a importar artícu­los de afuera de Montes de Oro, sino que, con grandes esfuerzos, sacaban los productos locales para expor­tarlos a otros lugares del país, con lo que proporcio­naron un fuerte estímulo a la producción oromontana, y contribuyeron a que ésta no se atara exclusivamente a las explotaciones mineras.
En 1908 empezaron a llegar los primeros inmi­grantes chinos, quienes principalmente se dedicaron al comercio, sirviendo así una infraestructura que era indispensable para la explotación minera. Los inmi­grantes chinos instalaron sus establecimientos y se radicaron al norte, en la última cuadra de la entonces villa de Miramar.
El primero en aparecer fue Antonio Alan Li. Poco después llegaron Rafael Ajoy, Rafael y Manuel Alan, Antonio Chan, Santiago Rupuy, José Cob Chan y Manuel Amuy Achío, este último, a diferencia de los anteriores, se dedicó a trabajar en las minas.
En 1928, los comerciantes chinos padecieron muy cuantiosas pérdidas, a consecuencia de un incen­dio que arrasó numerosos establecimientos. Por esa época, y sin que nunca llegara a comprobarse nada, se dijo que uno de los mismos comerciantes había pagado a un señor de apellido Ramírez, para destruir la competencia. El rumor circuló insistentemente has­ta que, poco tiempo después, se dijo que el sospecho­ so se había suicidado.
Distinguidas familias del Montes de Oro actual, provienen de antepasados inmigrantes chinos, entre ellas las familias Alan Badilla, Cob Jiménez, Amuy (Achío) Loria y otras.

OTRAS INMIGRACIONES

En años posteriores llegaron a Montes de Oro numerosos trabajadores centroamericanos, proceden­ tes de El Salvador y Honduras. De ellos, y de los nicaragüenses, llegó a decirse que venían algunos e presidiarios y que a eso se debía que hubiese tanta violencia entre la comunidad de los trabajadores mi­neros. (E. González)
También hubo numerosos empleados españoles, de quienes inclusive se recuerda que en 1910, cuatro de ellos aparecieron aterrados en una chimenea, a quienes se ha hecho referencia en otra parte.

Don Eduardo Pochet Lacoste con sus hijos Aurelio, Enrique y Eduardo. Con ellos la Embajadora de Cuba. Los Pochet constituye­ ron una familia de origen franco cubano que dio grandes aportes al progreso de Montes de Oro y es por ello muy estimada en la comunidad.
Luis Pochet con su familia. Junto a dona Flor sus hijos y nietos. Los oromontanos recuerdan a don Luis como hombre empren­ dedor que llevó el comercio hasta las zonas entonces casi inaccesibles del norte, y como empresario que, junto con otros distinguidos ciudadanos, formó parte de la primera Junta Progresista fundada en Miramar para impul­ sar la construcción de la Iglesia Católica.

La inmigración cubana

La participación cubana en el desarrollo del Cantón ha sido de especial relevancia. Unidos a este desarrollo se encuentran las familias Pochet Feit y Méndez Roldan.
La presencia de los Pochet en Costa Rica se remonta a finales del siglo pasado, cuando llegó don Eduardo Pochet y Odio, un ciudadano cubano de origen francés, amigo de José Martí y Antonio Maceo, quienes por esos tiempos encabezan la guerra de independencia en la isla. Sobre este aspecto, don Luis Pochet Feit recuerda:
«En mi familia siempre se guardó un gran respeto y admiración por los héroes de la inde­pendencia de Cuba y recuerdo que con orgullo se comentaba que mi abuelo les ayudó mucho cuando Martí y Maceo vivieron en Costa. Rica».
A Miramar, la familia Pochet Feit llegó en la década de los veinte, integrada por don Eduardo Pochet Lacoste, su esposa Dña. Mana Luisa Feith, y los hijos, Lalo, Enrique, Aurelio y Luis.
Don Luis recuerda que se asentaron en Rio Seco, donde su padre compró una finca que dedicaron a la crianza de ganado y cerdos, y que quedó al cuidado de Lalo. Los otros hermanos se dedicaron al comercio principalmente de granos, abrieron un un tramo en el mercado y ahí se inició una fuerte vinculación comer­cial y humana con la zona y sus habitantes.
«Siempre nos sentimos miramarenses porque allí pasamos los mejores años de nuestra vida», comenta aún ahora y no sin emoción, don Luis, el único sobreviviente de los hijos de don Eduardo, y quien, rodeado de su esposa, doña Flor, sus hijos y nietos evoca muchos recuerdos y anécdotas del Miramar de aquellos años.
Los oromontanos recuerdan con gran sentimien­to a «los Pocheses», como cariñosamente se les iden­tificaba. Según un miramarense que compartió con ellos la época:
«Todavía está fresca en nuestra memoria la noche del 29 de julio de 1982, cuando llegó la noticia del fallecimiento de don Enrique. Miramar entero lo lloró porque era una persona bondadosa, que fue regidor municipal y que ocupó incluso la Presidencia del Concejo».
Correspondió a don Luis establecer la línea de autobuses Miramar-San José, que fue todo un acon­tecimiento, y que iniciaron con un viejo vehículo «Lana Kover» zafarí, que más tardé cambiaron para mejorar el servicio, el cual fue atendido desde sus inicios y por muchos años, por Juan Saborío.
Don Luis también tuvo destacada participación en la construcción del nuevo templo católico. El mismo narra lo siguiente:
«Formamos la primera Junta Progresista que hubo en Miramar. Tenía como fin único construir la iglesia. Iniciamos nuestra esfuerzo contra el cri­terio del Obispo. La integrábamos Vidal Elizondo, Carlos Castro, Jorge Cob, Enrique Ovares, Salva­dor Prendas, Carlos Arguedas y yo. El pueblo respondió muy bien, lo mismo que el gobierno de don Otilio Ulate. El maestro de obras fue don Amoldo Silva a quien le ayudó don Humberto González. El Director de Obras Públicas, don Max Effinger colaboró de manera importante.»
En mayo de 1961, a consecuencia de las emigra­ciones masivas que siguieron a la revolución en Cuba, llegó a Costa Rica y se incorporó a trabajar en el Ingenio «El Palmar», don Teodoro Méndez, conoce­dor como pocos del cultivo y la explotación de la caña de azúcar, persona con gran facilidad para despertar simpatía y comunicar entusiasmo, y a quien con afecto llamaron desde el primer momento con el sobre­ nombre de «El Viejo».

Don Teodoro y doña Argelia son destacados personajes de Montes de Oro. Llegaron a Miramar en 1961, procedentes de Cuba y hoy se les recuerda con mucho cariño. “Con ellos llegó la rumba y el ritmo. Se hicieron grandes cosas para el progreso del cantón. Sus hijos, Teodorito y Kiko, unidos en matrimonio con oromontanas, también dejaron una huella perdurable.

En septiembre siguiente arribaron procedentes de Guatemala, los otros miembros de la familia Mén­dez Roldán, Doña Argelia y sus dos hijos, Teodoro y Antonio, quienes venían a reunirse con don Teodoro.
Todavía los miramarenses recuerdan como un acontecimiento muy importante, el arribo de los cu­banos. Recuerdan que hablaban a gritos y con un acento muy extraño, «tan diferente que hasta los hacía ver graciosos», según un testigo.
Poco a poco, los miembros de la familia Méndez Roldán fueron incorporándose a la vida social del pueblo, la que se preocuparon por conocer a fondo. Así, uno de los primeros recuerdos de doña Argelia lo narra de la siguiente manera:
«El 14 de septiembre observé con mucho detenimiento Un desfile con faroles. Desfilaba todo el pueblo. Los faroles eran verdaderas obras de arte. Me impresionó sobremanera la solemnidad del acto. No entendía de que se trataba. Luego me contaron que era parte dé las celebraciones de la Semana Cívica con motivo de la Fiesta Patria. Realmente tío podré olvidar nunca esa vivencia. Es más, fue lo que más me impresionó al llegar a Miramar».
Don Teodoro, según recuerdan los contemporá­neos, se distinguió no sólo por su trabajo, sino tam­bién por la destreza con que bailaba rumba, arte en que doña Argelia le hacia segunda. Cuentan que en los bailes, la pareja recorría todo el salón y la gente se abría en rueda para disfrutar la danza caribeña.
Recuerdan que pronto se hizo costumbre observar en los bailes sociales al «Viejo», danzando en la pista del club. Y como esa pista se encontraba en muy mal estado, don Teodoro, por medio de «El Palmar» le regaló al Deportivo Miramar una nueva pista de baile, testigo dé encuentros sociales recordados aún hoy día.
Hay acuerdo sobre que, producto de esa influen­cia cultural caribeña, las jóvenes del pueblo comen­zaron a demostrar sus habilidades, se popularizó la rumba y comenzaron a preocuparse por la expresión corporal.
Maestras de aquel entonces, hoy pensionadas, compartieron con el matrimonio cubano, la organi­zación de las veladas, cuyo fin era recaudar fondos para el comedor escolar.
Tan fácil preparaban un reinado infantil, como una actividad para la Iglesia Católica. Con el mismo entusiasmo organizaban en el Club un «baile de la zafra”, de los lirios, de la anexión, de la Independencia o del Halloween, famosos por los vistosos decorados hechos por don Sergio, Doña Cata o Castrito, el funcionario del CNP de Barranca que también se asentó en Miramar.
Además, se atribuye a don Teodoro haber lleva­do a Miramar la más famosa orquesta del momento, la «Super Costa Rica”, entre cuyos integrantes se contaban varios exilados cubanos. Cuentan que uno de ellos, ”Cochecho”, desde la tarima interpretó can­ciones caribeñas jamás escuchadas en Montes de Oro.
Pero no sólo eso. Aparte de sus virtudes como trabajadores y fiesteros, el matrimonio profesó e in­culcó el amor al prójimo. En su casa siempre hubo pan para los niños del pueblo, también zapatos para los descalzos y afecto para los desvalidos.

La lucha por el cantonato se libro en las paginas de los periódicos nacionales; su gran defensor fue José Antonio González Badilla, padre de José Antonio, Raúl, Humberto y Carlos, todos González Cordero. quienes aparecen en la fotografía, tomada a mediados de 1979

Los entonces muchachos del pueblo también tienen recuerdos positivos respecto de los cubanos, a quienes atribuyen haber introducido el béisbol en Miramar. Recuerdan que para practicar este deporte, se, acondicionó una esquina en la plaza de fútbol, y Téodorito y Kiko, los hijos del matrimonio, se encar­gaban de enseñarlo. Muchos otros cubanos asentados
en otras partes del país llegaban a Miramar para practicar el béisbol, con éxitos tales como haber ”hecho morder el polvo al equipo puntarenense de Payo Martínez”.
Actualmente doña Argelia radica en Grecia de Alajuela, con su hijo Teodoro y la familia de éste, lugar donde además descansan los restos de don Teodoro, fallecido hace algunos años.

PERSONAS DESTACADAS EN LAS LUCHAS CANTONALES

Analizando con detenimiento la historia de Montes de Oro y la actuación de sus hijos, puede decirse que es mucho lo que ha contribuido este pequeño cantón, al desarrollo de todo el país.
Numerosos son los oromontanos que en todos los puntos de Costa Rica se han distinguido en el servicio a la comunidad, por su dedicación al trabajo y su espíritu emprendedor, en las áreas a que se han dedicado y especialmente al magisterio, la ingeniería, la administración, la economía y el derecho.
Otros hijos de Montes de Oro han permanecido fieles al Cantón, pese a los altibajos de la fortuna, de una economía local que estuvo en varios períodos, muy influenciada por la producción aurífera. Estas personas han contribuido ha llevar adelante, a elevar y consagrar esa entelequia que es el Montes de Oro actual.

Serían interminables las listas que podrían ela­borarse en uno y otro caso. Sin embargo, aún a riesgo de ser injusto con las personas que no se mencionen, pueden consignarse algunos nombres repre­sentativos, cuya labor contribuyó al desarrollo y a la defensa del cantón, en los momentos decisivos.

Toño Miranda, hijo de don Rubén, hermano de don Paulino. Hombre ejemplar dedicado a la agricultura y que otrora, junto a su padre la­ boro en la planta eléctrica que desde Miramar proporcionaba energía a Puntarenas. Poste­riormente le correspondió trabajar en la cañería del cantón donde se distinguió por su fortaleza y constancia. La fotografía es testi­monio del cariño de los oromontanos por la familia Miranda Matamoros

José Antonio González Badilla

Descendiente directo de los primeros poblado­ res, tuvo destacada participación en el cambio de nombre del Cantón y fue el primer Presidente Muni­cipal. Además, se desempeñó como Tesorero Escolar y participó en un lugar preponderante en la lucha por el cantonato. Los diarios de la época recogieron sus esmeritos en defensa del cantonato.
Según los recuerdos de don Leonardo Jiménez y según se ha narrado en otra parte, Miramar debe su cambio de nombre a la iniciativa de José Antonio González Badilla, quien en esto actuó apoyado por don José María Segura.
A propósito, recuerda que:
«González era quemadeño. Segura fuerano. El uno se proponía una cosa y el otro lo secundaba. Y así estuvieron siempre ayudándose uno al otro. Segura se casó aquí. Era sastre, luego Comisario y Juez de Paz, con sueldo de 20 pesos al mes. Con el tiempo dejó la sastrería y se inició en el comerció. «Levantó un capitalito»

Leonardo Jiménez Sánchez

Don Leonardo Jiménez, uno de los patriarcas de Montes de Oro, recordaba de la siguiente manera la forma en que había llegado al Cantón:
«Yo vine de dos a tres años a Miramar y ya grandecito mi padre me llevó a Alajuela para que conociéramos a la familia y reconociera la ciudad donde nacieron mis cinco hermanos y quien le habla. Después volvimos otra vez a Miramar. Aquí crecí, me casé, tuve mis hijos. He hecho mi vida y la de los míos. Y aquí que me dejen los huesos, porque yo soy puro Miramar». (CRAYH, No.15)
De igual manera, recuerda como era el pueblo, en esos años de inicios difíciles:
«Yo crecí en lo que era pura montaña. Alguno que otro rancho se hallaba en la cercanía. Existían sólo dos casas. Una la de Antonio Vega y otra arriba de la Proveeduría, que era donde se guardaban los implementos, maquinaria, y herramientas «fierros» para las minas de Bella Vista y La Trini­dad Dueño de esta última lo fue don Bartolo Calsamiglia y posteriormente lo fue don Carlos Giralt. Y los de La Unión que fue de don Chico Clavera, quien tuvo un hijo que fue periodista en Puntarenas».

Nieto del patriarca don Leonardo, supo ga­narse el cariño de todos quienes le conocieron. Leonardo Jiménez Jiménez, falle­cido en la plenitud de la vida. Este libro ha recogido parte de sus orientaciones, conocimientos y documentos de su valiosa colección, que con alto espíritu de colaboración proporcionó para la preparación del trabajo.

Antonio Quirós Araya

Don Antonio Quirós Araya, en opinión de cuantos lo han conocido y tratado, desplegó una obra comunal extraordinaria. Fungió durante más de 15 años como telegrafista, ocupación a la que se dedicó después de haber laborado en el campo. «Lejos de limitarse a la recepción y envío de mensajes; realizó una labor destacada que favoreció el desarrollo de Miramar».
Entre las actividades que cumplió, los vecinos recuerdan su participación en la Municipalidad, en la publicación de varios periódicos locales, entre ellos,
«Oro Nuevo», su preocupación por recoger aspectos históricos de la región y por la divulgación de los asuntos locales, para lo cual se desempeñó como corresponsal del diario de alcance nacional «La Nación».

Don Carlos González Cordero, quien cola­boró en la preparación del presente trabajo, con valiosas informaciones que él obtuvo di rectamente por su vivencia.

El fomento del deporte y el interés de enviar a jóvenes de Miramar a estudiar en el Liceo José Martí de Puntarenas, también se cuentan dentro de los múl­tiples servicios a la comunidad cumplidos por el señor Quirós. (Chaves)
Don Antonio fue de los primeros que pusieron sus conocimiento de derecho al servicio de la comu­nidad, a la cual ha servido por muchos años como telegrafista y como sobador, especialidad esta última que fue muy estimada en los tiempos anteriores al Seguro Social, en la que también destacaron los se­ ñores Juan Arroyo y Tito Gatgens.

Juan Arroyo Alvarado

Don Juan Arroyo Alvarado, uno de los primeros pobladores de lo que fue Los Quemados, falleció en 1943, a la edad de 91 años. «Era un genuino costarri­cense, de los que hicieron grande y próspera a Costa Rica».
Había llegado a Miramar a la edad de 16 años, en 1868, cuando en las tierras del actual cantón sola­mente hacía cinco años que se había iniciado el pro­ceso de colonización y asentamiento.
Llegó como pastor de bueyes. Poco tiempo des­pués, ocupó algunos puestos en las minas del Padre Cambronero y de la Trinidad, y poco después casó con doña María Campos, con quien procreó tres hijas.
Fue Juez de Paz, ocupó diversos puestos conce­jiles y se destacó como presidente de la Corporación Municipal, de la que fue Regidor en varios períodos. También sirvió como presidente de la Junta de Edu­cación y a su esfuerzo debe Miramar gran parte de la escuela en la cual trabajó como operario sin sueldo, hasta la terminación de la obra. (La Tribuna)

Dos reconocidos impulsores del progreso: don Hernán Aguilar, oromontano practicante, municipalista y hombre visionario, colabora­ dor las mejores causas, y don Sergio González, hasta hace poco Ejecutivo Munici­ pal, nieto de don José Antonio González Badilla, primer Presidente Municipal de Mon­ tes de Oro, colaborador indispensable para la elaboración de este trabajo.

Leonardo Jiménez Jiménez

Filólogo, historiador, artista y maestro, honró su nombre heredado de su abuelo paterno y fundador de Montes de Oro, Leonardo Jiménez; se destacó por su espíritu de servicio a la comunidad, gran organizador de actividades de interés cultural y comunal. Su de­ ceso, en 1989, cuando aún se hallaba en plena juven­tud, fue una pérdida irreparable para Montes de Oro.

Alfonso Estevanovich González

Estevanovich González, descendiente directo de fundadores del Cantón como tataranieto de don Ramón González, es un periodista y político preocupado por el desarrollo de Montes de Oro.
Se inició en el periodismo como colaborador del quincenario «Oro Nuevo», formando parte de un gru­po de intelectuales con inquietudes renovadoras, en­tre quienes se hallaban Germán Espinoza, Germán Núñez, Rafael Ángel Ugalde, Mario Villalobos; Ar­mando Sibaja, José Ángel Matamoros y otros.
Trabajó en Miramar como funcionario de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), y más tarde fue Subjefe del Departamento de Relaciones Públicas y Asistente del Presidente Ejecutivo, en la misma institución.
Se graduó como Licenciado en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo en 1985 y al año siguiente fue electo Diputado a la Asamblea Legislativa por la Provincia de Puntarenas.
Desde ese cargo impulsó importantes programas de beneficio para la comunidad, como son, entre otros, el proyecto habitacional «Doña Margarita Peñón.de Arias», el Mercado Municipal de Miramar, el proyecto de desarrollo de la Zona Norte, el impulso a Coopelago y Coope Montes de Oro, el programa de carreteras del norte del Cantón, el Parque y la Biblioteca Infantil de Miramar, el Museo Minero, los acue­ductos de Laguna, Palmital, los puentes de la Unión y San Francisco.

El primer diputado oromontano. Luego de 70 años de espera desde la obtención del cantonado, Montes de Oro obtuvo un diputado a la Asamblea Legislativa, el Lie. Alfonso Este- vanovich González, descendiente de fundadores.

En reconocimiento a esa obra, la Municipalidad de Montes de Oro, por acuerdo unánime adoptado en la sesión del 18 de enero de 1990, lo declaró Hijo Predilecto del Cantón de Montes de Oro”. El correspondiente acuerdo dice lo siguiente: «Moción presentada por los señores Regidores Fernando Chacón González, Miguel Araya

Chaves, Carlos Luis Rojas Quesada, José Ángel Matamoros Sánchez y Juan Ramírez Fernández.
Considerando:
1.-La buena labor desempeñada por el Dip. Alfonso Estevanovich’ González en su gestión le­gislativa.
2.-El apoyo brindado por el Dip. Estevano­vich González a nuestra Municipalidad y al desa­rrollo de nuestro cantón.
3.- El hecho histórico y significativo para Montes de Oro de que este ciudadano se haya convertido en el primer Diputado oriundo de nuestro cantón.
4.- La obligación de la Municipalidad de rendir homenaje y estimular a los ciudadanos del cantón que contribuyen con su esfuerzo y trabajo al desarrollo de Montes de Oro.
Se acuerda:
Declarar al Diputado Alfonso Estevanovich González, Hijo Predilecto del Cantón de Montes de Oro.

«Las maestras Estela González, Aracelly Gamboa y Flory Villalobos, muy emocionadas, felicitan profundamente al Sr. diputado, y mani­fiestan que esta Municipalidad ha tomado una decisión muy sabia al declararlo «Hijo Predilecto del Cantón”. Le expresan que se sienten sumasen­ te orgullosos de que un hijo de Montes de Oro se haya destacado como diputado y haya realizado tantos logros en bien de la comunidad oromontana, ya que reconocen en él el gran ahínco y esfuerzo que siempre ha demostrado por hacer de Montes de Oro, un cantón más desarrollado y con grandes deseos de seguir por el camino del progreso. Le comunican que no alcanzarían todas las palabras del mundo para expresarle la alegría que ellas sienten al saber, que un niño que vieron correr por las aulas de la Escuela José Ma. Zeledón B. haya escalado tan alto y haya servido a su pueblo con tanto cariño». (Art.No.6,ActaNo.07-90)

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