Historia

El cantonato

Montes de Oro procede del Cantón Puntarenas, establecido este último en Ley No.22 del 4 de noviem­bre de 1862. Se ubica 26 kilómetros al norte del Cantón Central de Puntarenas.

Como se ha relatado, en la Administración de don Rafael Iglesias se mandaron a levantarlos planos del cuadrante de Miramar, y por acuerdo ejecutivo No.18 del 13 de abril de 1897, a solicitud de los vecinos, se cambió el nombre de Los Quemados por el de Montes de Oro para el distrito y el de Miramar para la población principal. (Fallas).

Dieciocho años después, el Congreso de la República, tomando en cuenta las gestiones de los vecinos y la importancia económica de los hallazgos de Manuel González, quien había encontrado las pri­meras minas de oro de esta época, dispuso que Los Quemados pasara a ser el Cantón No.4 de la Provincia de Puntarenas, con el nombre de Montes de Oro, y Miramar como capital.
En la misma oportunidad, durante la Adminis­tración de don Alfredo González Flores, se otorgó el título de villa a la población de Miramar, y muchos años después, el 19 de diciembre de 1965, durante el gobierno de don Francisco Orlich Bolmarcich, me­diante Ley No.3615, se le confirió la categoría de ciudad.
Sin embargo, no ha sido fácil, en la historia de Montes de Oro, el paso por esos distintos peldaños de su progreso. El mismos ascenso a la categoría de Cantón fue una verdadera lucha en que se empeñaron los esfuerzos de muchos y de los mejores oromontanos.

LA LUCHA POR EL CANTONATO
El primer intento

Un documento de la época, parte de la sección Congreso del Archivo Nacional, describe de la si­guiente manera el acontecimiento histórico:
«Por las marcadas actividades que en el pue­blo de Miramar se desarrollaban y como un justí­simo reconocimiento a los hombres que con su esfuerzo y trabajo levantaron el nivel de vida, el gobierno del Lie. don Alfredo González Flores, por decreto número 42 del 17 de julio de 1915, elevó al rango de Cantón al lugar, constituyéndose en el cuarto de la provincia de Puntarenas, bajo el nom­bre de Montes de Oro, nombre que concuerda perfectamente con la realidad». (Doc.11703,1921)
Los mismos documentos dan pruebas de que las primeras gestiones por el cantonato se iniciaron en 1912, oportunidad cuando «un grupo de vecinos, en­cabezados por don Leonardo Jiménez eleva la peti­ción de Cantonato ante el Congreso Constitucional de Costa Rica». Además de la solicitud, los peticio­narios incluyeron un censo que detallaba una pobla­ción de 2.433 habitantes.
Con fecha 29 de mayo de 1912, el Congreso pasó la solicitud a la consideración del Gobernador de la Provincia de Puntarenas, quien la recibió el 31 de mayo, es decir, solamente dos días después.
El gobernador Diego Chamorro, siguiendo los procedimientos de la época, mandó a oír a las autorida­des involucradas. En julio del mismo año, el funcionario responsable de la división territorial, entonces adscrito a la Dirección General de Estadística, don Juan M. Rodríguez, emitió su opinión en el sentido de que se erigiera cantón a Montes de Oro, según dijo: «bajo los linderos que tiene en la actualidad”. (Idem)
Mandado oír al Agente Principal de Policía de Puntarenas, don Alfredo Carazo, expresó de la mane­ra siguiente, su anuencia a la solicitud de los vecinos de Montes de Oro:
«Por el conocimiento que tengo de esta loca­lidad y el progreso marcado que se nota en todo el Distrito, principalmente en la cabecera de Miramar y según lo anotado en el escrito presentado, no dudo por el momento informar que este Distrito merece que se le eleve a Cantón como lo solicitan los vecinos». (Id)
Sin embargo, el informe definitivo del goberna­dor Diego Chamorro dirigido al Congreso Constitu­cional, basado en las disposiciones legales se pronunció en sentido contrario:
«El infrascrito Gobernador, a usted tiene el honor de informar: La solicitud de los vecinos del Distrito de Montes de Oro, al Congreso Constitu­cional, para que aquel lugar se erija en Cantón, no procede según el inciso primero del artículo 12 del Decreto No.565 del 7 de junio de 1909, pues tal ley establece, que los interesados en la creación dé un nuevo cantón, deberán presentar prueba de que el territorio que ha de constituirlo, contiene la población de 3.000 habitantes o más, y ni con mucho alcanza el distrito citado ese número de vecinos, véase el censo que corre inserto en este expediente y los datos de la Oficina Nacional de Estadística al 31 de diciembre de 1911. El primero, o sea el censo, da al citado distrito 2.432 moradores, y la oficina mencionada, la segunda, 1.867. Por ese motivo pienso que no cabe la solicitud y por lo mismo me abstengo de informar de los distintos puntos de esta materia». (Id)
En cuanto a la Municipalidad de Puntarenas, que en definitiva podría considerarse perjudicada con el cantonato de Montes de Oro, encontró un efectivo asidero en la opinión del Gobernador y en la ley citada, para pronunciarse en contra de la solicitud:
«Sesión ordinaria de la Municipalidad de Puntarenas a las 7 p.m. del 10 de agosto de 1912. Asistieron los Regidores Rodríguez, Canessa y Ri­vera. Presidió el primero y ‘ concurrió el señor Gobernador.
«Leído el informe de la Secretaría y apareciendo de él, y de la propia solicitud de los interesados, que el Distrito de Montes de Oro, no cuenta con el mínimo de habitantes que la ley exige para la creación de nuevos cantones, se acuerda:
«Dar el informe que le corresponde en el sentido de que á su juicio no es legalmente posible acceder a la solicitud de los vecinos de Montes de Oro, relativa a que sé erija en Cantón el mencionado distrito, por oponerse a ello lo estatuido en los artículos 8 inciso l, y 12 inciso l de la ley No.56 del 17 de junio de 1909 y por no encontrarse en el caso del No.2 del artículo 8 de la misma ley citada. Firma: J.M.Guzmán, Secretario». (Id. f.29)
Efectivamente, la referida Ley No.56, de 4 de junio de 1909, en su artículo 7 establecía que «no se erigirá en cantón ningún territorio que no cuente por lo menos con una población de 3.000 habitantes». Y el artículo 12 disponía el siguiente procedimiento:
«Los interesados en la creación de un nuevo cantón deberán presentar prueba de que el territorio que ha de constituirlo contiene el mínimo de pobla­ción de 3.000 habitantes e indicar además, con toda precisión, el perímetro que ha de encerrarla».
Como puede apreciarse, la denegatoria tenía fundamento en el mismo censo de población levanta­ do por los peticionarios, pues según ese documento la población de Montes de Oro sólo alcanzaba los 2.432 habitantes.
Estos acuerdos llegaron al Congreso y lograron que el proyecto de cantonato fuera archivado. Ello, marcó la primera etapa de la lucha, porque los oromontanos ni se desilusionaron, ni cejaron en su empeño.

Presidente del Comité Pro Cantonato. Don Francisco Micó Ramírez, presidió el comité que por segunda vez intentó obtener el cantonato para Montes de Oro. Condujo la lucha a la par de los señores José Antonio González y Leonardo Jiménez, y tuvieron éxito sólo des­pués de intensa lucha, que incluso se libró en los principales diarios nacionales. Don Fran­cisco casó con doña Luisa Mora, y fundó una respetable familia.


El segundo intento
El 31 de mayo de 1914, los oromontanos volvie­ron a la carga, mediante una solicitud que en esta oportunidad firmó el Comité especial integrado para tales gestiones y que estaba formado por Francisco Mico, como presidente; José María Segura, Vicepre­sidente; Rafael Ajoy, Tesorero; Ernesto Matamoros, Secretario; y como vocales: Leonardo Jiménez, José Cob, Juan López. Domingo Chan, Miguel Flores, Gabriel Cordero y José Luna, y como fiscal, Juan Arroyo.
En la correspondiente solicitud elevada al Con­greso Constitucional de la República, única autoridad con potestad legal para conceder el cantonato, los peticionarios manifestaban lo siguiente:
«Es ley natural de los pueblos como Montes de Oro, que se baten por sí mismos para alcanzar su propio progreso en sus tres manifestaciones: material, moral e intelectual, y no necesitan de recursos extraños para su mantenimiento, deben por consiguiente ser emancipados de la tutela de corporaciones municipales que si bien intenciona­das, no están al corriente siempre de las necesida­des imprescindibles de los pueblos a su cuidado.

«El Distrito de Montes de Oro de que somos representantes, en 21 años que tiene de vida ha alcanzado un adelanto notable que lo pone en condiciones de aspirar a que se le eleve al Cantón; por la laboriosidad y número de sus habitantes según consta del censo levantado y que acompa­ñamos; por las mejoras adquiridas en tan corto lapso de tiempo».


NIVEL DE DESARROLLO DEL DISTRITO
El resto del documento es de mucha importan­cia, porque detalla la situación exacta y el nivel de desarrollo de Montes de Oro, a fines de 1914.
Además de ello, el documento es una pieza notable del orgullo oromontano, muestra evidente de que Montes de Oro se había convertido en una comunidad con sentido de su propia identidad, con plena conciencia de sus raíces tradicionales y con la alta aspiración de proyectarse históricamente como un todo. Dice ese valioso documento:
«Un cuadrante central de Miramar de 34 hectáreas con sus amplias calles de 16 metros de ancho y una Plaza pública con su tanque de agua de la cañería y bien situada. Un templo católico en construcción muy adelantado y en donde se han gastado más de ₡5.000.oo y con un jardín á la par, en una manzana frente a la Plaza, cerrada con alambre y con sus correspondientes portones. Esto da una idea del culto de sus moradores.
«Una casa municipal propia, y en la que se encuentra la Agencia Principal de Policía y las Administraciones de Correos y Telégrafos. Una cárcel pública. Dos casas escolares. Un edificio escolar en construcción frente a la Plaza, y en el cual se han gastado más de ₡4.000.oo. Dos escue­las mixtas con dos maestras cada una, una en Miramar y la otra en el barrio de El Tigre, con asistencia de 60 alumnos cada una. Una ermita en El Tigre. Un cementerio cerrado con piedra y con su correspondiente portón, y otro en el barrio del Palmita! Alumbrado público y privado incandes­cente. Cañería de agua superior que costó más de ₡18.000.oo. Una carretera amplia de la Barranca a Miramar, cuyo costo de reparación cuesta al año más de ₡l.500.oo.
«Todo el progreso que se anota ha sido hecho y sostenido exclusivamente con fondos de este pueblo que no descansa en el afán de verlo a la altura de la civilización de los pueblos cultos.

«Además, hay como progreso:

«Dos sierras para madera, de fuerza hidráu­lica. Trapiches de hierro y madera, según censo. Dos fondas, dos boticas, once casas de comercio, surtidas de todo. Dos billares. Una casa «Oficina de la Agencia de la Mina La Unión». Una barbería. Varias panaderías. Dos minas en explotación en gran escala, «La Unión» y «Montezuma», con sus caseríos bien formados y sus máquinas potentes para el efecto, y con un número de trabajadores considerable. La mina «La Trinidad», que se tra­baja actualmente en pequeño, y que pronto será un nuevo aliento de vida a esta comunidad.
«Los barrios de que se compone este Distrito con sus respectivos caseríos, de conformidad con el censo levantado y que acompañamos, son: I. Miramar, como cabecera del Cantón. II. El Tigre. III. Río Seco. IV. Zagala Nueva. V. Palmita! VI. Zapotal.
«El censo levantado de esos barrios o sea de todo Montes de Oro, arroja un número de 3.659 habitantes, mucho más de lo que marca la Ley para lo que pretendemos.
«El monto de los ingresos y egresos al año del Distrito, puede verse en la segunda plana de «El Correo de la Costa», publicado por la Cámara Municipal de Puntarenas con fecha 15 de enero de 1914, cuyo periódico corresponde al No. 7 de fecha 15 de febrero de 1914 y que al mismo tiempo agregamos a este memorial para los efectos del caso. Ingresos $15.225,68 y Egresos $10.763,50.
«La agricultura es uno de los valiosos ele­mentos de que cuenta este pueblo, y que por do­ quiera se ve regado el sudor de la frente del trabajador, y que se cultiva la caña de azúcar, maíz, frijoles, arroz, yuca, tabaco, café en pequeño y legumbres de toda clase, para el consumo propio y aún para salir a vender fuera del lugar.
«Expuesto así, a grandes rasgos, la situación financiera, y el adelanto material del Distrito de Montes de Oro, nos permitimos elevar a la Representación Nacional la solicitud de que se sirva Decretar nuestra Emancipación política, y que se eleve a este Distrito a la categoría de Cantón, y al mismo tiempo demarcar nuestros límites jurisdic­cionales, según los mojones reconocidos por lar­gos años, sin reclamo hasta la fecha por tercero de los colindantes, del modo siguiente: Norte, San Ramón, línea imaginaria de Este a Oeste, de las cabeceras del río Aranjuez a las nacientes del río Guatuso de Barranca; Sur, Barranca, en parte con el camino del Arreo hasta llegar a la quebrada de la Esperanza, de allí, aguas arriba hasta llegar a sus nacientes, y de ese punto, siguiendo hacia el Este, una línea que pasando por la parte más alta del cerro de San Miguel, llegue a la quebrada conocida con el nombre de Piedra de Fuego; Este, San Gerónimo de Esparta y San Ramón, la quebra­da de Piedra de Fuego en parte, y de los nacientes de ésta, una línea recta hacia el Norte hasta llegar al río Guatuso de Barranca, y aguas arriba de ésta hasta llegar a sus nacientes; y Oeste, Chomes y Pitahaya, en el extremo Norte con el río Aranjuez hasta el callejón llamado de Bonilla, siguiendo éste de Oeste a Este hasta la quebrada del Palo, y de ésta, aguas abajo hasta llegar al Camino del Arreo.
«Dada la justicia que nos asiste no dudamos por un momento que nuestra solicitud tendrá bue­na acogida en esa Cámara, y que este pueblo agradecido sabrá corresponder a su alto proceder a las ideas elevadas de que somos acreedores. Montes de Oro, Miramar, mayo 31 de 1914».

Don Leonardo Jiménez Sánchez, hijo de fundadores, fue una personalidad sobresaliente en la vida pública de Montes de Oro.

LA RESOLUCION FAVORABLE
El 19 de agosto del mismo año, el Gobernador de la Provincia de Puntarenas, Clodomiro Figueroa presentó su informe ante el Ministro de Gobernación, esta vez con base en un informe que previamente había pedido a la Municipalidad de Puntarenas, y recibido de parte del secretario, señor José María Guzmán.
Para dar cumplimiento a la solicitud del Gober­nador, la Municipalidad había mandado levantar un censo de los habitantes del Distrito, para lo cual designó al señor Carlos de Zubiria, en consideración a que había discrepancias entre los datos estadísticos y los del censo levantado por los vecinos interesados.
Este censo dio un total de habitantes muy supe­rior a los datos conocidos hasta ese momento, es decir, las estadísticas oficiales y el censo de los vecinos. Aquellas asignaban a Montes de Oro una población de 2.619 habitantes, en tanto que el censo de los interesados la fijaba en 3.659 habitantes.
Es importante consignar en este lugar, que la diferencia entre las estadísticas oficiales y los dos censos posteriores se explica por el hecho que, cuando éstos se realizaron, el caserío de Cerrillos se hallaba dentro de la comprensión territorial de Montes de Oro.
Antes de 1915, ese caserío perteneció a Esparza (entonces conocida como Esparta), a cuya competen­cia regresó en julio de 1916, lo que se ha utilizado para abonar la tesis de que esta efímera adscripción, fue una ayuda desinteresada por parte de Esparza, al cantonato de Montes de Oro. Por fin que los lazos culturales y ancestrales entre las poblaciones de am­bos lugares eran particularmente fuertes por aquellos tiempos.
Cuando el señor Zubiria rindió el informe que contenía los nuevos resultados, la Municipalidad, en la sesión celebrada la noche del 11 de agosto, adoptó el acuerdo siguiente:
«Unico- Con vista del censo levantado por el delegado municipal don Carlos A. de Zubiria, del cual aparece que el distrito de Montes de Oro cuenta con una población de tres mil ochocientos ochenta y dos habitantes, cifra que excede en 1.263 a la que indica la estadística demográfica, y en 223 al censo levantado por los vecinos del distrito, de conformidad con lo dispuesto por el inciso 1 del artículo 8 del Decreto No.56 de 7 de junio de 1909 y en mérito de las razones expuestas en el acuerdo IV de la sesión de 4 de julio próximo pasado, en cuanto a la aptitud del vecindario para manejarse por sí mismo y a conveniencia de que dicho distrito sea erigido en cantón, se Acuerda: prohijar la solicitud elevada al Soberano Congreso por los vecinos de Montes de Oro en el sentido indicado, y, por consiguiente, informar favorablemente al Señor Gobernador; y dejar definitivamente apro­bado este acuerdo».
Sobre la base de ese acuerdo, el gobernador Figueroa informó al Ministro de Gobernación, en los términos siguientes:
«Con este resultado (del censo), que sobrepa­sa el número de habitantes que la Ley exige en estos casos; y en atención a que aquel vecindario tiene la aptitud necesaria para manejarse por sí mismo, la Municipalidad tuvo a bien prohijar la solicitud en referencia, informando en sentido fa­vorable.
«De mi parte debo manifestar, que dada la importancia agrícola y comercial de aquel distrito, debido esta última al incremento que le dan las empresas mineras, y teniendo un número de habi­tantes mayor que el señalado por la Ley, como lo demuestra el censo levantado al efecto, que si bien es cierto que se hizo sin la intervención del dele­gado de la Dirección General de Estadística, fue debido a que aquel Centro accedió a la solicitud que con ese objeto le hizo esta autoridad, fue extemporáneamente, es decir, cuando ya el censo se había terminado, considero que merece esta distinción aquel distrito, cuyos habitantes han da­do pruebas de tener aptitudes suficientes para manejarse por sí mismo.
«Por lo expuesto, pues, juzgo de conveniencia que dicho distrito se erija en cantón y en conse­cuencia me permito verter el informe que se me pide en ese sentido».
Con este informe, la marcha de Montes de Oro hacia el ansiado cantonato se colocó en camino segu­ro. Pero, en el transcurso de aquel proceso por el cantonato, que tuvo ribetes de verdadera cruzada, ocurrieron muchos y muy interesantes incidentes, entre aquellos que deseaban fervientemente lo que llegaron a calificar como «la emancipación política» y aquellos que la adversaron a veces con similar vehemencia.

LOS ADVERSARIOS

Uno de estos adversarios probablemente el más persistente y sin duda el más, misterioso, fue un per­sonaje que en sus escritos se identificó solamente con el seudónimo «Gorro Frigio» y que firmaba sus escri­tos en Puntarenas.
Precisamente, la polémica más accidentada por el cantonato, la libró el mencionado «Gorro Frigio», nada menos que con dos de los fundadores, don José María Segura y don José Antonio González, quienes a decir de don Leonardo Jiménez Sánchez, eran inse­parables y se ayudaban recíprocamente en las inicia­tivas de cada uno.
Como se verá, al final, los oromontanos derro­taron la oposición del desconocido adversario: en determinado nivel de intensidad alcanzado por el debate, «Gorro Frigio» esgrimió lo que sería el argu­mento definitivo: ¡Miramar no podía ser cantón por­ que ni siquiera tema una cárcel en qué recluir a los transgresores!
A ello, don Antonio González le contestó que podía ir a Miramar y cometer un delito «y se conven­cerá de que hay cárcel». Después vino la retirada del furioso adversario.


La Polémica
El 11 de julio de 1914, el famoso «Gorro Frigio» abrió fuego desde las columnas del periódico josefino «La Época», contra las aspiraciones de los oromontanos, pidiéndole al diputado por la provincia de Puntarenas, don Manuel J. Grillo, que se opusiera en el Congreso, al cantonato de Montes de Oro. Pero cuando descargó toda su artillería fue el 16 de ese mismo mes:
«Ningún cerebro sensato e informado de la situación actual del bello cuanto espléndido pueblecito de Miramar, admitirá la tesis de que como se encuentra ahora mondo y lirondo sea digno de colocarse en el alto honor de ser cantón.
«Miramar es un pueblo joven, muy joven; no tiene vida propia sino que ésta tiene sus fuentes y depende absolutamente de las minas Unión, Montezuma y la Trinidad; sus habitantes han abando­nado en gran número los campos de agricultura para dedicarse a «fletear a las minas»; el comercio todo en masa sólida está en manos de chinos cuyas tiendas en Costa Rica son de peregrinos ambulan­tes perseguidores del sol que más caliente; el nú­mero legal de habitantes vive circunscripto a las leyes naturales de la marea oceánico, la cual según las fases del tiempo crece grandemente o decrece; así en Miramar, cuando los trabajos en las minas susodichas van a todo vapor, entonces un mundo de gente acude a establecerse con sus hogares en aquellos rincones, mas, cuando las compañías mi­neras por falta de agua o por otro motivo paralizan los trabajos, sucede que los operarios levantan vuelo a su lugar natal.

Don Juan Arroyo, mentor de juventudes, boticario cuya huella permanece latente en la historia del cantón. De él se cuentan grandes acciones que contribuyeron a forjar lo que hoy es Montes de Oro. Fue el fundador de una una importantes familias cuyos descendien­tes radican hoy en todo el país.


«Los vecinos de las minas no son habitantes fijos; por esta razón, con mucha cordura ha pro­cedido la honorable Corporación Municipal en ordenar un escrutinio escrupuloso del censo a fin de averiguar la verdad del informe sobre el número de habitantes.
«El progreso material juzgado por personas desapasionadas; y sensatas jamás puede merecer el aplauso ni la recomendación porque, digámoslo claro, no existe ni en embrión ni en proyecto.
«Veámoslo: las calles de Miramar en el centro son «mata gente’ y quiebra carretas; el cua­drante en su mayor parte está, desolado y sin casas, y cada manzana si no presenta síntomas de potrero naciente, los presenta muy al natural de charrales que sirven de escondite a fieras racionales e irracionales; ningún edificio han construido que enga­lane el centro; el templo y la escuela que construyen en la actualidad con tantas dificultades y miserias ponen de manifiesto que Miramar es pobre y que no puede sufragar gastos tan ingentes como demandan dichos edificios. Allí no hay mer­cado, rastro, cárcel, oficina telegráfica, casa cural, y las casas de particulares ninguna belleza dan a la población; al contrario: vemos muchas inco­loras, desvencijadas y antiestéticas.
«El progreso material exánime y sin vida de Miramar estorba que se le condecore con tanto honor en su estado actual, hastioso e informe.
«Está bien que se estimule y premie a esos pueblos inteligentes, progresistas, agricultores y ricos; está bien que al Zarcero, San Rafael de Cartago, San Juan de San José y Osa Mayor se les tribute honor y gloria, que todos son sujetos capa­ces y preparados, dignos de celebrar su corona­ción; pero que no se cometa el error de embrocar a los pueblos a desempeñar una categoría para la cual no cuentan con los medios urgentes y necesa­rios ni disponen de dotes idóneas que los manten­gan su congrua sustentación conforme a su dignidad.
«Deben elevarse los pueblos a cantones cuando por su agricultura, vida y comercio pro­pios, ornato y número de habitantes afincados son merecedores del rango y del Medallón honorífico.
«La Municipalidad responsable medite sobre lo susodicho; el señor Grillo reflexione y estudie la tesis; deténgase el Supremo Congreso de hacer un planchazo deshonroso; y no escude ni ratifique el Ejecutivo el proyecto de que Miramar sea can­tón porque no es sujeto capaz».
Sólo tres días después, el 19 de julio, «Gorro Frigio” volvió a la carga, jubiloso porque se había enterado que el topógrafo español Zubiría había sido comisionado para que comprobara el censo de pobla­ción elaborado por los vecinos de Montes de Oro.
Además, como consideraba a Zubiría muy joven y posiblemente inexperto, el obcecado «Gorro Frigio» se preocupaba por darle directivas para que no se dejara sorprender por lo miramareños. El artículo decía así:
«Don Carlos A. Zubiría lleva el encargo de revisar el censo de población de Miramar, el cual, según nos cuentan, es de 3.600 habitantes. Ignoramos cuales instrucciones la Municipalidad sobre el asunto, ha dado al joven comisionado, pero creemos que al controlar el censo anotará solamente aquellos habitantes afincados, que han construido, sus viviendas con ánimo de permane­cer definitivamente en la jurisdicción de Miramar.
«Ciertamente, cuando los trabajos en los Montes de Oro corren velozmente, el número de operarios es grandioso, y cuando estos trabajado­res tienen larga vida, entonces los trabajadores se trasladan con sus lares y hasta con sus animales de la casa a aquellas regiones, donde están satis­fechos y placenteros mientras Mr. Pophan no caiga en la tentación de abrir sus labios y decir a voz en cuello: para la tranví’. En un para la tranví’ los operarios se espantan, permitiéndome la compa­ ración: como zopilotes al ruido de una pedrada, y, al vuelo de los trabajadores vuelve la soledad y la calma a la deshecha población.
«En el centro de Miramar contamos a un buen número de jefes de familia que a buen seguro, cuando llegue la hora del par ‘ a la tranví’, aban­donan Miramar, y se van para otro lugares en busca de mejores aires comerciales.
«Estos habitantes tiene que señalarlos don Carlos Zubiría como transitorios, aves peregrinas cuya existencia depende de la vida en los trabajos mineros, las que perecen muriendo la actividad minera.
«De los 3.600 habitantes que presentó la Co­misión en su afán de hacer a Miramar cantón, aseguramos nosotros sin temor a equivocarnos, que 1.350 habitantes son ‘aves de paso’.
«El día que en los Montes de Oro se decrete como en las minas de Abangares, la muerte de los trabajos, veremos procesiones de gente saliendo de Miramar, y dejando sembrada la desolación, el desierto y la despoblación.
«Ese día, la Comisión del Cantonato lamen­tará el desgranaje y comprenderá que el terreno que pisaba en sus gestiones era quebradizo y deleznable».
El 26 de julio, un oromontano que se identificó como «Ojo Frigio», en respuesta al detractor, hizo publicar en La Época, el escrito que se había elevado a conocimiento del Congreso Constitucional.
En la misma fecha y por el mismo medio, don José María Segura, contestó la agresión, en los si­guientes términos:
«Señor «Gorro Erigió»: al leer Ud. lo ante­rior (el memorial dirigido al Congreso Constitu­cional), estrictamente verídico, es posible que reconozca que no ha dicho la verdad en su mayor parte, pues dijo que no hay cárcel, ni oficina tele­gráfica, y desde la administración del señor Lie. Rodríguez hasta la fecha, hay cárcel y oficina de telégrafos, y es extraño que en tanto tiempo no viera eso ni lo demás, pues en Montezuma hay otra oficina de telégrafos; pero como usted no tiene mu­chos escrúpulos compone de inexactitudes que lo dejan mal parado, y como también dice que el cuadrante sirve de escondite a fieras racionales o irracionales, y como yo vivo en ese radio, le salgo al encuentro para quitarle la careta y decirle la verdad públicamente y para que, cuando por des­gracia tome la pluma con el fin de desacreditar a un pueblo, sin razón, tenga valor de poner su firma propia y no se oculte en los charrales del anoni­mista.
«Señor mío, desearía que usted se transforma­ra en fiera de esas que usted dice racionales, y entonces, sólo entonces, progresarían los pueblos a quienes trata de hundir por medio de la difama­ción.
«Castelar dijo: «todo lo que se haga en favor del progreso universal, jamás se pierde y bajo esa filosofía de grandes alcances, es que deseamos manejar los intereses locales con el fin de que los ideales sean coronados en bien del progreso uni­versal.
«¿Qué no hay mercado? ¡Hombre de Dios, salga de la concha con algunos pipiolos y pregun­te dónde está la plaza, y llegue los domingos y comprará los víveres que necesite para toda su familia -si la tiene- para toda la semana! Si usted quiere ver un galerón cerrado con el nombre de mercado, eso lo edifican los municipios, y justa­mente trabajamos para tener municipalidad, y que ésta fomente en lo posible según sus recursos.
«Si no fuera en los momentos actuales en que estamos, no me ocuparía de sus incendiarios ren­glones; pero el deber me lo importe y la razón me lo indica».
Seis días después, el famoso «Gorro Frigio» volvió a la carga, esta vez haciendo burla y tratando de desvirtuar el informe que la Comisión había remi­tido al Congreso:
«¡Quién creyera que don José María, con énfasis patriarcal asegure como ‘estrictamente verídico lo dicho en el informe que la Comisión del Cantonato presentó al Supremo Congreso! ¿Dón­de tiene usted la miga de su cerebro pensador y esos años de experiencia y ciencia críticas, que aposentados en tan vigorosa intelectualidad no juzguen ni observen científicamente a cuanta distancia está la verdad de lo dicho en el informe que usted califica de ‘estrictamente verídico’.
«Jamás creímos que el único elemento sensa­to e intelectual, ¡óigase bien!, que hermosea el anillo de Miramar, cual diamante precioso, viniese en esta campaña sosteniendo oro por cobre, casti­llos en el aire, tortas y pan pintado.
«¡Cárcel!… ¡Casa Municipal!… Dos edificios escolares… Hermoso cuadrante… $5.000 en la construcción del templito en el estado de construcción actual. ¡Deténgase señor Segura y no me pasme!
«Cuál caña? «Sin temor de equivocarnos suponemos en el cerebro de don José María una clara inteligencia de lo que significa: edificio de cárcel, Casa Muni­cipal, Escuela, hermoso cuadrante, florecimiento
de agricultura, vida propia y comercial.
«Nos resistimos a creer que don José María, con esa chispa intelectual que refulgía en los ojos y se toca en la hermosa dicción que gasta siempre en su sapiente conversar, no guarde en su intelecto la noción científica de lo que es un edificio; y que sepa distinguir si su construcción responde al fin con que se ha edificado.
«Don José María: usted admite que aquel edi­ficio escolar, y que aquel otro en construcción está conforme al espíritu moderno de las construccio­nes escolares? La cárcel está a su sabor intelec­tual? El cuadrante… de veras asegura V. que es hermoso? Conoce usted a Orotina, S.Juan, Esparta, San Rafael de Cartago, Dos Ríos, etc. etc., medite usted si los cuadrantes que éstos lucen preciosamen­te son comparables al que usted llama hermoso: el de Miramar. ¿Qué entiende usted por hermoso cua­drante?
Las calles… ¡Uffü
«Osa usted defender las calles?
«Un templo que ha gastado $5.000.oo $5.000.ooü
«Don José María, parta que el lector y, sobre todo, el limo, señor Obispo no se maraville bien: quisiera publicar en qué se han gastado $5.000.oo los señores de la Junta de Iglesia ? En que mollera cabe que lo construido hasta la actualidad vale $5.000.000.»
El misterioso «Gorro Frigio» también atacó al diputado por Puntarenas, don Manuel J. Grillo, a quien acusó de haber apoyado las gestiones de Mon­tes de Oro en detrimento de los intereses del cantón Central, a lo que el señor Grillo contestó de la siguiente manera:
«En una correspondencia de Puntarenas fir­mada por «Gorro Frigio «se alude a mí directamen­te como si yo fuera el autor de la solicitud de erigir al importante distrito de Miramar. No he sido yo el autor de aquel proyecto y cuando se llegue el caso procederé según la justicia lo demande.
«El Municipio de Puntarenas con la pruden­cia que le recomienda, ha mandado a rectificar el censo de dicho lugar y si de esa rectificación resulta que aquel vecindario es acreedor a que se le eleve a cantón, no seré yo quien le niegue mi voto en aquel sentido, pues mis actos siempre irán respaldados por la justicia. Manuel J. Grillo». (La Época, jul.20, 1914)
Cuando los oromontanos, con sus propias fuer­zas, por sus propios medios y mediante su propio trabajo personal, lograron levantar un censo que demostraba una población superior al requisito legal del cantonato, y cuando el señor Zubiría rindió su infor­me, conteniendo los datos del censo levantado por él, y que era aún superiores a los otros, el persistente y misterioso «Gorro Frigio» la emprendió contra el gobernador de la provincia, sosteniendo que el censo con que Montes de Oro demostraba llenar el requisito de la población, no merecía confianza por no haber sido levantado con asistencia del delegado de Esta­dística y Censos. El aludido, don Clodomiro Figueroa respondió entonces con párrafos de su informe al Congreso Constitucional:
«Debo manifestar, que dada la importancia agrícola y comercial de aquel distrito, debido esta última al incremento que le han dado las empresas mineras, y teniendo un mañero de habitantes ma­yor que el señalado por la ley, como lo demuestra el censo levantado al efecto, que si bien es cierto que se hizo sin la intervención del Delegado de la Dirección General de Estadística, fue debido a que aquel centro cuando accedió a la solicitud que con ese objeto le hizo esta autoridad, fue extemporá­neamente, es decir, cuando ya el censo se había terminado»… (A.N. Doc.lll62, 1915, f.7)
A fines de julio, terció en la polémica don José Antonio González Badilla, con un artículo también publicado en La Época, y que fue contundente en sus resultados. Dijo don José Antonio:
«En el artículo correspondiente al número 918 de ese periódico (La Época, 11 de julio), después de una larga serie de consideraciones se llega como conclusión a llamar la atención del señor Manuel J. Grillo, diputado por la provincia de Puntarenas, para que se oponga a la erección del distrito de Montes de Oro a la categoría de cantón y, por último, a decir que cada uno lo suyo.
«Debo advertir al articulista y enemigo gra­tuito de Montes de Oro, que Miramar no es sino la cabecera del distrito que tiene por nombre Montes de Oro y que este será el nombre del futuro cantón con su población capital que será Miramar.
«También debo decirle que el señor Grillo no se opondrá al proyecto por ser este caballero uno de los buenos amigos de Montes de Oro y persona que trabaja sin descanso por el progreso y adelan­to de los pueblos que con su voto lo elevaron al alto puesto de su representación en la Cámara.
«Sigo con el segundo artículo que «engala­nan» las columnas de «La Epoca»No.922: «En este artículo dejase venir «Gorro Frigio «gastando toda la ponzoña de su pluma envenenada contra Miramar. Nótese que «Gorro Frigio» no es vecino de Miramar y que tampoco conoce el distrito de Mon­tes de Oro, cuando tiene el valor de decir que Miramar no tiene vida propia.
«Sírvase acompañarme, señor Gorro para que vaya viendo lo que es y lo que vale Montes de Oro. Veamos su parte Norte: Aquí le presentaré las grandes empresas mineras, las que han invertido en sus plantas millones de colones, pero que tam­bién han extraído muchas, pero muchas toneladas de oro y por esta misma razón, día con día ensan­chan más sus trabajos, los que por nada, siendo tan productivos, abandonarán. Esto es, en pocas palabras, lo que son las minas.
«Veamos por este mismo lado los caseríos agricultores: Zapotal, Palmital y Cedral; lugares son estos donde verá usted si no es ciego, toda clase de cultivos, cuyos a más de abastecer los minerales La Unión y Montezuma, también dan mucha parte al mercado de Puntarenas. Los hablantes de estos caseríos no se ocupan de «fletar a las minas», se dedican sólo a la labranza de sus campos, los que siempre van en aumento.
«Veamos la parte Este, aquí tiene UcL grandes campos de agricultura no abandonados; se nom­bran esos lugares: Sabana Bonita, Ojochal e Isla; ¡¿No ve UcL qué hermosos cultivos?!No todos los productos que dan se consumen en las minas, muchos van a los mercados de Puntarenas Esparta y a los del interior de la República.
«Estamos ya en el Sur: tenemos a la vista Las Delicias, El Tigre y Santa Rosa; lugares son estos de acaudalados agricultores, los que primero abandonarán sus nombres que sus extensos campos de labranza, y entienda, que también fletan a las minas sin que esto sea obstáculo para que abandonen sus trabajos de agricultura.
‘ «Nos falta todavía algo, o sea el lado Oeste, aquí le presento a Rio Seco y la Zagala; éstos, como los descritos antes, son pueblos de agricul­tores, que la mayor parte de sus productos salen para Puntarenas.
«Nos queda por ver Miramar, centro comer­cial del distrito y futura cabecera del centro de Montes de Montes de Oro. Es cierto (siquiera en esto se acercó a la verdad) que casi todo el comer­cio está en manos de chinos, pero son éstos, pro­pietarios de grandes, cómodos y bien construidos edificios, que yo le prometo a usted que serán envidia de muchos cantones de la República. No son los chinos residentes en Miramar ambulantes peregrinos, perseguidores del sol que más calien­ta; muy al contrario, son personas honradas y progresistas, a los que Miramar debe en mucho el estado de progreso en que se encuentra.
«No es la muerte de Montes de Oro la falta de las minas; este pueblo vive, y vive bien, sin ellas, como se demostró a fines del siglo pasado, cuando por muchos años no se oyó el golpe del pico ni de la pala, ni el silbido de los calderos anunciaba el movimiento.
«El progreso material de Montes de Oro se palpa por los que quieran tocarlo, y se ve por los que ojos tengan; sólo la ciega pasión de «Gorro Frigio» no quiere saberlo. ¿No será progreso ma­terial en pueblos jóvenes su cuadrante, su luz eléctrica, su cañería, sus edificios, su comercio, que no son truchas sino almacenes surtidos de todo cuanto demanda la exigencias de la vida?
«Soy hijo de Montes de Oro y vecino de Mi­ramar desde el tiempo que se llamó Los Quemados y nunca he visto ni oído decir que las calles de Miramar son mata gente. Es cierto qué la calle de mayor tráfico es bastante pedregosa, pero eso con­siste en la formación de su suelo y en el constante movimiento de fletes que por el trabajo de las minas hay.
«Teniendo Montes de Oro un gobierno local, emancipado del cantón de Puntarenas, tendrá có­mo arreglar sus calles y podrá atender a los gastos que demandan la higiene y el ornato.
«Es relativamente corto el tiempo que hace que se abrió el cuadrante para las construcciones que hay en él. Como se ve, esta es cosa que deman­da tiempo. Los charrales poco a poco desparecen y en su lugar se levantan edificios que a la vista están. En la actualidad no hay en las desoladas calles de Miramar dónde se alojen las fieras racio­nales o irracionales como las ve el señor del encarnado gorro. Esta es una ofensa tan falta de razón como de fundamento.

Retrato de don José Antonio González, realizado en 1927, ciudadano ejemplar, cuya obra en muchos campos de la vida cívica fue muy destacada y se detalla en este trabajo.


«No tenemos edificios para mercado, pero sí hay los domingos comercio en la plaza pública, donde se encuentra todo lo necesario para el sus­tento diario. Puede «Gorro Frigio» dar un paseo por Miramar, cometer una falta o un delito y se convencerá de que hay cárcel. Así talvez la podrá ver.
«Un magnífico edificio Municipal, ornato de la población, sirve de oficina a la Agencia Princi­pal de Policía y a los correos y telégrafos.
«Templo católico y del saber, aunque con miserias, los verá pronto terminados el señor del gorro.

«El progreso material de Montes de Oro está de manifiesto y como tal es merecedor al alto honor de ser cantón. Hay muchos pueblos que con menos, lo son. Por lo expuesto, se ve que Montes de Oro está en el caso, por su agricultura, vida y comercio, de ser merecedor del rango y del Medallón hono­rífico, de ser elevado a la categoría de pueblo libre. No creo capaz a la honorable Corporación Muni­cipal, ni al señor Grillo ni al Supremo Congreso, de hacer el planchazo dando mérito y crédito a lo dicho por «Gorro Frigio».
«Para terminar diré, que en las filas de los defensores de los intereses de Montes de Oro, me encontrará siempre».


El desenlace
Muchas otras intervenciones se registraron en la fuerte polémica, algunas cargadas de insinuaciones de parte de los defensores, que de esa manera parece­ría que presionaban a «Gorro Frigio» con revelar la identidad guardada. Entre otras, don José María Se­ gura insinuaba que el adversario no tenía familia, en tanto que don Antonio González subrayaba el carácter clerical del periódico desde el cual disparaba «Gorro Frigio» y la aparente prioridad que éste daba a la relación con la jerarquía eclesiástica.
Sin embargo, si los contendores conocieron la identidad exacta del seudonimista, no la expresaron explícitamente en sus escritos.
Pues bien, algunos días después, frente a las argumentaciones de los oromontanos, el misterioso «Gorro Frigio», dio muestras de defección y posterior­mente cayó en el silencio más completo, máxime cuando el topógrafo Zubiría, la Corporación Munici­pal y el Gobernador de la provincia, dieron la razón a los oromontanos.
La desbandada de «Gorro Frigio», el más encar­nizado de los adversarios del cantonato, se marcó con el siguiente artículo de su pluma, aparecido siempre en La Época, en agosto de 1914.
«Simpatía por Miramar.
«Talvez al leer nuestra campaña contra Mi­ramar Cantón, los amables miramareños habrán sospechado que el odio o mala voluntad han mal zurcido nuestros expuestos artículos e impulsado el choque con los ideales de la Comisión del Can­tonato; pero estas sospechas son aéreas y gratui­tas, porque nosotros guardamos por Miramar una profunda simpatía que nos detiene a esgrimir con­tra él, el dardo infame de la malquicencia.

«Nuestro cariño por Miramar no consiste en pedir que lo eleven a cantón y gestionar en ese sentido, sino en suplicar al Supremo Congreso haga la carretera miramareña nacional, pedir al Ejecutivo un Médico de Pueblo que lo exige el pueblo doliente, en rogar al Ministro de Instruc­ción que ordene al Sr. Inspector visitar personal­mente sus escuelas y ver de proveer cómo finalizar aquella escuela, la construcción víctima de las inclemencias del tiempo, en reclamar al Pbo. Montoya ponga un mayordomo cumplido que no deje perecer el templo con sus enseres, y finalmente, en procurar todo aquello que tiende a la preparación para que en día no lejano se le permita por su belleza y adelanto, celebrar nupcias con el señor don Cantonato.
«En esto consiste nuestra simpatía por Mi­ramar, pueblo viril, inteligente, progresista, labo­rioso y cristiano, y, en esto estaremos siempre en primera fila pidiendo para que a Miramar se le colme de gracias y no se le mire como hija bastar­da. Después de San Carlos es Miramar el segundo pueblo que por sí se ha forjado admirablemente en el mapa geográfico y político.»
Como se ve, la tónica agresiva y malintencionada de «Gorro Frigio» se había convertido en simpatía por Miramar. De manera que la polémica sirvió para dejar claramente establecido ante la opinión pública, la realidad del desarrollo de Montes de Oro.
Pero tuvo, además, otro efecto fundamental: demostró irrefutablemente que los oromontanos ya no eran pobladores eventuales ni temporarios; que Montes de Oro era ya una comunidad estable, asen­tada, consolidada y con conciencia de sus raíces, de sus tradiciones y de sus perspectivas futuras.
El debate sirvió, pues, para pulir aquel sentido de pertenencia y sólida integración como grupo que pretende proyectarse en la historia.


VOCES DE ALIENTO
Sin embargo, las voces de aliento y entusiasmo también se manifestaban en las columnas de los pe­riódicos. Así, una nota de un miramarense reproducida por el corresponsal decía:
«De plácemes estamos los miramarenses por el desempeño que se toman personas amantes al progreso, porque nuestro pueblo sea elevado a la categoría de Cantón.
«Ya están hechos todos las diligencias que para el efecto se necesitan, no resta más que presentar el memorial y censo ante el Soberano Con­greso para su respectiva aprobación.
«Sabemos de fuente fidedigna que de esto se ha encargado un alto personaje y excandidato de uno de los bandos políticos. Que tenga buen éxito son nuestros deseos. Corresponsal». (La Informa- ción,jun.l3,1914)
Francisco de Paula Amador, un caracterizado y consecuente partidario de las pretensiones oromóntanas, también desplegó sus presiones a través de la prensa:
«El Distrito de Montes de Oro, rico, indus­trial, progresista, aspira con muchos títulos a su elevación en la jerarquía administrativa.
«Por las ejecutorios que le abonan, bien me­rece el ascenso y ese anhelo noble, patriótico, perseverante y digno de encomio perseguido por los hijos de aquella minera tierra, no estimo difícil satisfacerlo.
«Miramar ostentaría con honor los cogno­mentos de villa y de cabecera de la proyectada circunscripción cantonal. Tiene escuelas, ermita, hotel, oficinas públicas instaladas en edificio pro­pio, luz eléctrica, acueducto, tiendas, cantinas y cuanto pide un regular confort.
«La población abarca más del número de habitantes requeridos por la ley de división terri­torial municipal y entre los vecinos principales los hay aptos, capaces, activos, honorables, para la vida autóctona y que propendan el avance de los intereses comunes.» (Amador)


EL DECRETO DE CANTONATO
Por fin, el 17 de julio de 1915, el Congreso Constitucional adoptó el Decreto del cantonato:
«Artículo 1.- Se erige en Cantón bajo el nú­mero 4, el Distrito de Montes de Oro de la Provin­cia de Puntarenas. Se denominará Montes de Oro y tendrá por cabecera la población de Miramar, con el título de Villa.

Artículo 2.- Formarán el Cantón los siguien­tes Distritos:
Distrito Primero, Miramar, Las Delicias, Río Seco, Zagala Vieja, Montezuma, Zapotal, Oj’ochal, Sabana Bonita, Pavones y La Trinidad.
Distrito Segundo, La Unión, Zagala Nueva, Palmital, Cedraly Arancibia.

Distrito Tercero, El Tigre, La Isla, Santa Ana, Santa Rosa y La Esperanza».
De esta manera culminó una de las aspiraciones más sentidas de los oromontanos, lo que ellos mismos llegaron a calificar como su emancipación política, pues en ello evidentemente cifraban las esperanzas de asumir la administración de su propio destino.
Entonces comenzó una nueva etapa en la histo­ria de Montes de Oro, que ahora cumple tres cuartos de siglo como cantón, dedicado a construir pacífica­ mente su desarrollo espiritual y material.
A 75 años, las generaciones beneficiadas con los resultados de aquella extraordinaria gesta, parecen orgullosas de sus antepasados, dispuestas a defender el legado y a continuar la lucha iniciada por aquellos hombres abnegados.


CARACTERISTICAS DE POBLACION
Población y poblamiento
El cantón cuenta con una extensión territorial de 244.76 kilómetro cuadrados ocupando el 6.19% del área de la Región Pacífico Central, al 1 de julio de 1984 tenía una población de 7.444 habitantes repre­sentando el 5,4% de la población regional y siendo su densidad de población de 30 habitantes por kilómetro cuadrado, muy por debajo del promedio regional que es 35 habitantes por kilómetro cuadrado y del nivel nacional que es 47.
La proyección estadística para 1988 fijó el nú­mero de habitantes en 8.600, lo que la elevó al 6,2% de la población regional y a una expresión relativa de 35 por kilómetro cuadrado, poco superior al promedio provincial (28 por Km2), pero muy inferior al prome­dio nacional (55 por Km2).
De los ocho cantones comprendidos en la Re­gión Pacífico Central, Montes de Oro ocupa el sexto lugar en cantidad de habitantes aunque en lo referente a la densidad poblacional ocupa el cuarto lugar como Cantón más poblado. (Fallas)
En cuanto a la conformación de la población por sexo, existe una ligera mayoría de hombres, un 50,5%, sobre un 49,5 de mujeres, aunque ese porcen­taje es más bajo que el promedio regional, igual al 51%, y diferente al promedio nacional según el cual son más mujeres que hombres.

El Cantón es mayoritariamente rural, ya que el 72,5% es considerada población rural, contra un por­centaje de 27,5% de población urbana.


Crecimiento de la Población
Para 1984, la tasa de natalidad por cada mil habitantes del Cantón de Montes de Oro era de 28,48%, más alta que la tasa regional que fue de 25,9%. No obstante, este aumento de población can­ tonal es inferior al crecimiento promedio en esa re­gión del Pacífico, y en el país, lo que probablemente derive de la alta emigración y de la tasa de mortalidad general más alta que el promedio general.
En cuanto al problema migratorio, aunque el Cantón de Montes de Oro ha logrado una disminución en términos absolutos, el proceso sigue siendo uno de los principales obstáculos para el desarrollo del área.
Si se compara Montes de Oro con los restantes cantones de la Región Pacífico Central, la situación se presenta en toda su gravedad, pues ocupa el tercer lugar como exportador de población. Entre los facto­res principales determinantes de ese fenómeno, prob­ablemente se encuentra el régimen de propiedad y de utilización de la tierra, la falta de apoyo a las actividades agropecuarias y la escases de servicios en las áreas rurales. (Fallas)
El Censo de Población de 1984 estimó que la población económicamente activa (PEA) cantonal era de 30,8%, igual a 2.298 habitantes, porcentaje ligeramente más bajo que el promedio regional esta­blecido en el 31%.


Empleo y desempleo
En cuanto al desempleo, el cantón presenta un 6,7%, el cual se halla por debajo del promedio regio­nal que es del 9,7% y del promedio nacional que es del 7,2% según el censo de población de 1984.
Esto indica que Montes de Oro es uno de los cantones de la Región Pacífico Central con menos desempleo, no obstante lo cual, la desocupación constituye uno de los problemas a los que, según opinión muy generalizada, hay que prestar mayor atención, debido a la falta de fuentes de empleo especialmente en los centros más poblados de Miramar y San Isidro.
En lo que se refiere al empleo, las principales fuentes generadoras se ubican en la actividad agrope­cuaria, que proporciona el 46,3% de todas las plazas de trabajo existentes en el Cantón. Las otras activida­des como los servicios comerciales, comunales y sociales dependen indirectamente, de la actividad agropecuaria, debido a la baja importancia que en los tiempos recientes, han presentado la minería y la industria, esta última, orientada principalmente al apoyo de la agricultura. (Fallas)
En especial, las empresas que absorben la mayor proporción de la fuerza laboral oromontana son las siguientes: el ingenio El Palmar, la arrocera Miramar (ubicada en Ciruelas), la mina Bellavista, la fábrica de fertilizantes FERTICA (situada en Puntarenas), y el Hospital «Monseñor Sanabria», también de Punta­renas.


Evolución de la población

Aunque no se dispone de datos específicos sobre Montes de Oro, se dispone de datos relativos a la provincia, los que permiten formarse una idea sobre la forma que evolucionó la población de la zona.
Los datos más lejanos que se conocen corres­ponden al censo de 1864, cuando toda la provincia reveló una población 4.836 habitantes. En el censo de 1883 se registraron 7.700 habitantes, y nueve años después, es decir, en 1892 la población provincial había subido hasta los 12.167 habitantes. (DGEC, Cen­sos)
De conformidad con esos datos, la población total de la provincia aumentó en la siguiente forma: entre 1864 y 1883 aumentó en 2.864 personas, lo que significó un crecimiento del 59% en sólo 19 años.
Si se comparan las cifras de 1864 y 1892, el aumento bruto resulta haber sido de 7,331 personas, con lo que puede decirse que en sólo 30 años, la población de la provincia se duplicó.
Ahora bien, entre 1883 y 1892 la población creció en 4.467, lo que significa que en los nueve años transcurridos, la población de Puntarenas aumentó en un 61%, lo que representa un ritmo de crecimiento verdaderamente vertiginoso, sólo explicable por la importancia económica que por esa época debió tener la región. (Censo 1893, p.ll)
En cuanto a Montes de Oro, que en esos tiempos aparecía en los censos como el Barrio Los Quemados, en 1892 registró una población total de 1.271 habi­tantes, de los cuales, 704 personas, equivalentes al 55% del total, eran mujeres; en tanto que 567, igual al 45%, eran hombres. (Id. p.47)
Para ese mismo año de 1892, el obispo Thiel había escrito que:
«Los habitantes de Los Quemados ascienden a 1.271 entre los cuales 704 hombres se dedican parte a los trabajos en las vecinas minas de oro de La Trinidad; situadas en la cabecera del río Cirue­las o de La Unión en la margen del río Seco”. (Thiel,1927, p.84-85) ‘ ‘
Es probable que por ese entonces, muchos de los trabajadores de la mina La Trinidad, que se hallaba en franca expansión, se haya radicado en Miramar, aunque más tarde la población se haya desplazado hacia lugares más al norte, para trabajaren Bellavista y La Unión.
Los mismos datos oficiales indican que el »apor­te de habitantes de Los Quemados a la Comarca de Puntarenas en números relativos fue del 10,40%» en el mismo año 1892 y que el «aporte de Los Quemados al Cantón Central de Puntarenas, en habitantes, según números relativos, fue de 14,11%.»
Como se ve, el entonces Distrito Los Quemados representaba la décima parte de la población de toda la Provincia y casi una sexta parte del cantón central al que pertenecía.
Es muy interesante señalar que en el mismo censo de 1892, solamente apareció un minero regis­trado como habitante de toda la Provincia. (Id. p.101)
En el censo de 1927, Montes de Oro aparece con una población de 4.312 habitantes, casi tres y media veces más que en 1892; o sea que la población se triplicó en sólo 35 años, lo que representa un ritmo mucho más acelerado que el anterior y solamente explicable por el auge de la producción aurífera.
En el mismo censo de 1927, la población del cantón se distribuyó de la siguiente manera: el Distri­to Distrito 1, Miramar, registró 1.665 habitantes, equi­valentes al 39% de la población cantonal; el Distrito 2, La Unión, apareció con 2.037 habitantes, igual al 47% del total; y el Distrito 3, San Isidro, registró solamente 610, equivalentes al 14 porciento.
Es interesante señalar que en esta época, el Distrito la Unión apareció casi con la mitad de los habitantes del cantón, por encima de Miramar; o sea que La Unión tenía un 22% de habitantes más que Miramar, lo que se explica porque fue este el período de auge de la producción minera. (Censo 1927, p.33)
El gran aumento poblacional no se debía princi­palmente a los nacimientos, sino seguramente a la inmigración de personas que llegaban atraídas por una especie de «fiebre de oro», en busca de trabajo o de fortuna. Así, en un libro copiador de notas aparece el informe del Jefe Político al Gobernador de la Pro­vincia, con datos de agosto de 1909, y en él se apunta que «Nacimientos han habido nueve, cinco varones y cuatro hembras, de los cuales cuatro son legítimos y cinco son naturales», de lo que puede desprenderse que no era esta la causa principal del aumento pobla­cional. (Libro No.3, Nota 269, sept 1, 1909)


El aporte de otras nacionalidades
Debido en lo fundamental a la explotación mi­nera, la población de Montes Oro recibió importantes aportes de inmigrantes provenientes de otros países, no solamente del área centroamericana.
En 1900 ingresaron a esta zona algunos italianos, precisamente con el propósito de laborar en las minas. En ese grupo se encontraban Bernardo Tazzo, Juan Bautista Rizzatti Rigobello, Carlos Antonini, Luis Tozzatti y José Bin.
Se sabe que el grupo de italianos había sido contratados por los empresarios estadounidenses, se­ñores Popphan y Price.
Bernardo Tazzo fue encomendado para el cuida­ do de las minas, una especie de administrador general; Rizzatti comenzó a trabajar como explorador y can­tero. Bin se desempeñó como barretero; en tanto que los otros prestaban servicios de distinto tipo, como palear, picar, etc. Varios de estos pioneros y de sus hijos se asentaron en Montes de Oro, establecieron sus hogares, y sus descendencias constituyen todavía importantes familias que han contribuido eficiente­ mente al desarrollo del Cantón.
Por esa época también arribó a tierras de Montes de Oro, en busca de azogue, Carlos Manfrini, quien llegó procedente de San Mateo, aunque su origen también era italiano. En busca de ese metal líquido, Manfrini exploró grandes extensiones de la zona.
Posteriormente llegaron varios trabajadores centroamericanos, atraídos por las posibilidades de trabajar e inclusive de hacer alguna fortuna. Se sabe que de El Salvador y de Honduras llegaron incluso algunos exprés diarios y según varias versiones, ese tipo de personas probablemente contribuyó a que se registraran frecuentes riñas generalmente muy violentas, que desembocaban en lesiones y hasta homi­cidios.
Se recuerdan así mismo varios empleados espa­ñoles, que también llegaron a las minas alrededor de esos mismos años. Así, se sabe que en 1910, cuatro de esos trabajadores perecieron, aterrados en una chime­nea, aunque sus restos solamente fueron encontrados 20 años más tarde, es decir, en 1930, precisamente por otro minero, Isidoro Rizzatti, quien era hijo del tam­bién minero, el italiano Juan Bautista Rizzatti, aunque nacido en Costa Rica.

En 1908 empezaron a llegar inmigrantes de origen chino, quienes principalmente se dedicaron al comercios en los alrededores de las minas y en otros centros poblados, pero en especial se establecieron en la última cuadra, al norte de Miramar, vía de entrada de los mineros que llegaban los fines de semana, a hacer las compras en Miramar.
El primer inmigrante chino que apareció en Miramar fue Antonio Alán Li. Poco después, lo hicie­ron Rafael Ajoy, Rafael y Manuel Alan, Antonio Chan, Santiago Rupuy, José Cob Chan y Manuel Amuy Achío; este último se incorporó al trabajo en las minas.
En julio, de 1918, los inmigrantes de origen chino, que aparecen radicados en Miramar, según el reporte No.439 al 30 de julio de 1918, dirigido al Ministro de Gobernación por el Jefe Político, Carlos Miranda, eran lo siguientes: Antonio Alán, Domingo Chan, José Chan Winting, José Cob Chan, Manuel Chan Apuy, Santiago Rupuy, Rafael Alán y Santiago Chan. Los descendientes de quienes, aún viven radi­cados o relacionados con Montes de Oro. (Libro de Datos, Arch.Nal.)
La integración de numerosas nacionalidades y culturas en la formación de la actual comunidad oromontana, se dio con mayor fuerza en la segunda década de este siglo, y se puede apreciar en los datos registrado en el censo de 1914, un año antes de la erección del cantonato.
Así, aparecen censadas muchas personas ex­tranjeras, en los lugares del Cantón Central de Puntarenas, que hoy pertenecen a Montes de Oro:

LA UNION

SITUACION ACTUAL DEL CANTON
En 1953, Jorge Salas describió de la siguiente forma, el progreso alcanzado por el Cantón de Montes de Oro, como «la obra realizada como un verdadero esfuerzo de quienes han buscado siempre el mejora­miento material y social del país».

«Echando una mirada al pasado y contem­plando las mil dificultades que los nombres hubie­ran de vencer para lograr asentar sus reales y dar al poblado el aspecto que hoy día presenta, no podemos menos que reverenciar a aquellos titanes que con su inquebrantable esfuerzo, con sus ansias de lucha lograron enclavar un pueblo donde anta­ño la selva virgen dio albergue a las fieras que poblaban los llanos y tenían su guarida en ellos. Obra grandiosa por lo bella y efectiva, nos hará recordar siempre a quienes, por dar salida a su espíritu aventurero y lograron crear este pueblo que ocupa puesto preferente en la provincia de Puntarenas.
«La obra material abarca edificios como el templo parroquial, hoy destruido, la escuela, hoy en ruinas, unidad sanitaria terminada en el año 1944, las casas particulares, etc. Para muchos esta obra es sencilla, pero ella demuestra que no es la Naturaleza con sus inclemencias, que no es el clima ardiente de una región quienes retrasan al progreso sino la falta de energía de los hombres. Con voluntad inquebrantable lucharon los prime­ros hombres que llegaron a esta población. Miramar, y ella vive en sus actuales moradores como baluarte que tesoneramente, mejorará la localidad «A ella debemos agregar los caminos que unen la villa cabecera con sus distritos y algunos servicios de extensión social, higiénica y cívica que día con día mejorarán la situación de los miramarenses. El aspecto cultural es bueno. Aquí el hombre es más difícil de cultivarlo intelectual y moralmente por lo alejado de los centros de pobla­ción, por la falta de recursos económicos particu­lares, por la poca ayuda que los gobiernos del país le han prestado, por lo duro del clima, por la desidia misma nacida de las causas anteriores.
«Sin embargo, venciendo todo esto Montes de Oro ha alcanzado un mejoramiento social, cultural y moral bien definido. Para citar un ejemplo, si comparamos la forma de hablar el castellano por las personas originarias del lugar y las que han llegado últimamente al mismo, tenemos que reconocer la superioridad de las primeras, quienes tienen mejor visión y tienen menos de politos o patillos. Esto nos hace pensar que la cultura ha alcanzado un alto nivel». (Salas)
Actualmente, Miramar, la cabecera del Cantón, es una ciudad moderna, con calles y avenidas cuida­dosamente trazadas y asfaltadas. Los oromontanos cuentan con excelente servicio de alumbrado eléctri­co, red telefónica, Hogar de Ancianos, una moderna y amplia escuela, un buen liceo, una bonita iglesia, un moderno gimnasio.
Cuenta también con los servicios de la Caja Costarricense de Seguro Social, del Banco Nacional de Costa Rica, del Ministerio de Agricultura y Ganadería, de la Cruz Roja, de los Bomberos, de la Corpo­ración de Servicios Múltiples del Magisterio y otros.
Montes de Oro debe su desarrollo al aporte de los Gobiernos Estatales y Locales, así como al esfuer­zo de sus buenos hijos que ayer y hoy lucharon y luchan por el progreso y la cultura que hacen grande a su pueblo. (E. González)
En los años recientes, se han desarrollado nume­rosos proyectos de desarrollo, tanto relativos a la infraestructura económica, como en la construcción de viviendas y el fomento de numerosas organizacio­nes sociales de tipo cooperativo, para el impulso de la producción.

Monumento al desarrollo de Miramar. La se­gunda casona más antigua de Miramar y que fuera habitada por don Leonardo Jiménez. Evoca grandes recuerdos de principios de si­glo, cuando en ella se reunían los forjadores del cantonato, para planificar y continuar con sus esfuerzos. Esa propiedad hoy reclama la atención inclusive del Gobierno Central, para asegurar su conservación como patrimonio histórico de los oromontanos y del país.

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