literatura

Cuento la anticipación Oromontana

Siempre he dicho que todo lo bueno, lo malo y lo misterioso que en este mundo ocurra y más allá, sucedió o sucederá en el Cantón de Montes de Oro de Puntarenas.

Traigo a cuento esta afirmación porque leí unas declaraciones del expresidente don Abel Pacheco en donde decía que… » Las cuentas son para hacer cheques» ¡ refiriéndose a este enredo que cada vez se enreda más de los aportes privados a las diferentes cuentas corrientes de las campañas políticas.

Esta expresión, que es un ovillo de hilo más que suelta el gato para que el enredo y la confusión se incrementen en un asunto tan delicado, me recuerda una vivencia cuando prestaba mis servicios, hace ya muchos años, en la Agencia del Banco en Miramar de Montes de Oro.

Resulta que un buen día se presentó un señor, muy conocido en aquella comunidad, a abrir una cuenta corriente a su nombre.

Se procedió como tenía que ser: se atendió su petición, se le recibió el depósito y cinco días después, ya que la rotulación de las fórmulas se realizaba en la Sucursal de Puntarenas, se le hizo entrega del talonario de cheques.

Se retiró el cliente con su chequera que tenía como respaldo el depósito mínimo de mil colones.

A los pocos días empezaron a llegar y a llegar cheques para que el Banco los pagara. Rápidamente la cuenta se sobregiró pero el hombre siguió girado cheques como un trastornado; y ya para el viernes siguiente a la entrega del talonario de cheques, se comprobó que había utilizado al menos veinte de las veinticinco fórmulas en su poder las cuales se pagaron con el visto bueno de Agente, convencido de que cualquier cosa pudo haber ocurrido, menos una estafa dada la solvencia moral del cliente.

Ese mismo día, antes de proceder en lo legal y con un Jefe que ya mostraba signos de estar asustado, recibí instrucciones de localizar al cliente ese fin de semana para pedirle explicaciones de tal desafuero.

El sábado no pude hacer nada porque el cliente andaba en Guanacaste; seguramente girando más cheques. Y como aquellos no eran tiempos de celulares, pues no me tocó otra que esperar a que regresara para hacerle saber de la torta que se estaba jalando.

Fue en la misa del domingo cuando me enteré de que él formaba parte de los feli­greses que estábamos allí. El Cura Párroco anunció con mucho júbilo que ya tenía la plata para pintar la iglesia, puesto que Fulano de Tal (aquel que yo buscaba) había entregado un cheque suficiente para tan noble propósito.

Desde ese momento no tuve sosiego; pues quería que pronto terminara la misa para hablarle al cliente de lo que estaba sucediendo.

Por fin nos despidieron del templo y pude hablarle, (después de grandes dificul­tades pues todos le querían agradecer el gesto de la compra de la pintura). Lo llamé aparte y le dije lo que tenía que decirle; recibiendo como respuesta:

¿Pero no es que yo tengo derecho a usar mis cheques? – No es que las cuentas corrientes son para hacer cheques? —Enton­ces, para qué me dieron tantos? -Yo lo que estoy haciendo es gastando los cheques que ustedes me dieron. -Ahora, si debo pla­ta, pues tenemos que ver como hacemos. — Pero, entonces, no me den tantos —Ma­ñana llego a ver como arreglamos este asunto. – Ahora voy a darle el último cheque a Memo Rodríguez de una carne que le debo.

La memoria nos lleva a la conclusión de que a don Abel Pacheco se le anticiparon en cuanto al concepto despreocupado, del manejo de una cuenta corriente.

Bibliografía:

Bermúdez León, A. (2010). Cuentos de pólvora, oro y sol. TIBAS, Costa Rica: Bermúdez León, Albán

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