Un árbol tan sencillo y noble que ha sido parte fundamental en el desarrollo histórico y económico de este país, el cual desde las cercas de las fincas ha sido testigo silencioso del avance y crecimiento de las familias costarricenses, las que con su duro trabajo y esperanzas lograron moldear a esta Costa Rica.
Es una especie nativa desde el sur de México hasta el norte de Perú y las Antillas, en donde crece en sitios diversos, ya sean secos o húmedos y con suelos buenos o malos.
De 5 o más metros de alto, tronco delgado, frágil y cubierto por una corteza blanquecina con surcos poco profundos y gruesas espinas, se ramifica fácilmente para dar forma a una copa no muy densa, cubierta por hojas delgadas y trifolioladas, de las que sobresalen los foliolos centrales y sus largos y ahuecados peciolos, utilizados en el campo por los niños para hacer burbujas de jabón, como si fuesen «pajillas».
Aunque su madera es muy suave y de muy mala calidad en ocasiones se le ha utilizado para elaborar juguetes y pequeñas esculturas, pero principalmente se le busca como leña.
Sus flores comestibles son preparadas con huevo y comidas en «gallos» con tortilla mientras que sus hojas y ramitas tiernas son una excelente fuente de forraje para el ganado y animales pequeñitos como los conejos. Otros usos que se le atribuyen son en la medicina popular, como ornamental, para atraer colibríes, como soporte para cultivos como la vainilla, la pimienta y la granadilla, así como mejoradora del suelo por ser una formidable materia prima para la formación de mulch y por su aporte en la fijación nitrógeno.