adminCompuesta por: Carmen Gonzáles Cortés
Mira su choza. Es una comparsa; una zarzuela de latas de zinc; banderines oxidados; vergüenza de nuestro pueblo.
El hambre se escribe con humedad; se escuchan bostezos como llantos de matorrales cocidos al sol. La anemia deja a mitad el padrenuestro.
Asómate: las camas son cartones con mapas de orines y moscas; algunas como marimbas de bambúes se unen a zancudos en un himno infernal de oscura soledad.
Los trapos tendidos en las piedras, hojas de tabaco seco, rotos, sucios no por falta de aseo sino de plata para comprar jambón.
Es su televisor la gran rendija del techo; por la pantalla del cielo se mira la luna cual plátano maduro, la media luna que chorrea estrellas como mieles que hacen llorar a los niños hambrientos mientras ladra el perro como un hueso blancuzco lejano.
En los horcones varicosos de comejenes está el sombrero hecho una flor de flecos.
Un día llame a su puerta: -’’Chico”.
Sostenía en sus manos una botella, botella… yuca sucia de vidrio.
Las tiras de sus zapatos amarraban el tamal de sus pies gordos de reumatismo. La flor de cana de su cabello dejaba ver mitad de su rostro, rostro corteza de pochote, erizado de espinillas, desierto arenoso donde duermen sus ojos como semillas cansadas.
Un bostezo largo me brindo de saludo; no se asomó un diente en aquella mueca que luche por ser sonrisa; detrás de él, en el fogón estaba un crucifijo de leños negros.
